De Moral comenta que cuando Mama Antula estuvo dando los Ejercicios en La Rioja prácticamente todos los habitantes de la ciudad los realizaron en 7 tandas de 180 personas, siendo alimentados milagrosamente. «Resplandecía la Providencia divina».

Sr. Don Gaspar Juárez:
Amadísimo condiscípulo, he tardado mucho en ésta, para saludarlo, no porque me hubiere olvidado de Vd., que quien más ha de la relación de condiscípulo, después por haberse hecho tan visible en esta Provincia siempre lo he tenido presente en mi memoria y en mi corazón, que amarle después que ha estado allá, se ha hecho más memorable por acá por sus hechos tan heroicos, en suma, el no haberle yo escrito creo ha sido desidia mía, pensando tal vez que Vd. no tenga especies de mí o no se acuerde de tal condiscípulo, por haberme soterrado en aquel rincón de mi Patria, La Rioja, donde he pasado mis años. Estando allí, supe en una ocasión que Vd. andaba haciendo Misión, y hubieron noticias de que caería a La Rioja; mucho lo dudaba, pero no tuve este gusto de oírle y verle. En la ocasión se me ha hecho Vd. más visible y estimable, por las largas conferencias que tengo con Ambrosio Funes, donde nos falta tiempo para refrescar la memoria en las excelencias que nos fueron palpables de la Compañía, y conocidos daños que han resultado en su ausencia. Allí veré las cartas que le está escribiendo, y he visto también el Diario, mejor dicho, la Historia que Vd. ha formado de todo lo acaecido desde el día que se dio el asalto a este Colegio de Córdoba hasta que llegaron a los Estados del Papa; obra que a decir verdad parece grande en su narración, cuando más grande reza en los oficios de Dios; lo que va de lo vivo a lo pintado no se puede leer sin dolor y disgusto; que al mismo paso que da compasión, aun a los corazones más duros, la tragedia de tan continuados, alegra y consuela la conformidad y constancia con que los sufrían, a imitación de Jesucristo, a cuya providencia atribuimos los más mínimos estados, pues nos enseñan las historias y la experiencia, que Dios, cuando quiere al alma, la hace por aquel mismo camino por donde Él anduvo, y así haría de paso que fuese la Compañía de Jesús. Pero ¡oh, qué desdicha a que nos han traído, cuando experimentamos: percutiam Pastorem et dispergentur oves! Esperamos que Dios transforme las cosas, que lo puede hacer con una palabra.
Del estado en que se hallan estas Provincias, ciudades y costumbres de las gentes, creo que tiene ya largas noticias; no quiero molestarlo. Yo me hallo en ésta de Córdoba desde hace ya más de tres años; y de cómo vine y en qué ministerio me ocupo, se lo podría decir Don Juan Francisco Ocampo, quien sabe de todo. No puedo omitir darle una noticia que le será gustosa: El año de 1775, por el mes de mayo, llegó a La Rioja la Beata santiagueña María Antonia de San José, con destino de dar Ejercicios, donde tuve que notar muchas cosas en que resplandecía la Providencia divina.

Primeramente diré que hacía cinco años a que visitando aquella ciudad el Procurador Don Manuel Camperos, llegó con un espíritu endiosado, y a la primera visitó a La Rioja. Me dijo que venía con ánimo de que se dieran Ejercicios, que estaba el Colegio lleno de especies y de víveres, y si algo faltase, había plata; yo que lo deseaba, empecé a mover la gente, y cuantas diligencias convenían, las hice; pero verdaderamente no quiso Dios, porque por mil partes se cerraban las puertas de la esperanza, y así se quedó.
Llegó un día la Beata en su carretilla, sin más providencia que una junta de novillos, que en el camino le dieron, y nada más; a la sazón, que en el Colegio todo se había vendido y no había ni una cuchara (por abreviar), siete Ejercicios se dieron, de hombres y mujeres, cada uno de 150-180, hasta de 300 almas, con tanta felicidad y tanto consuelo, y con tanta providencia que al fin le sobró a la Beata el novillo, que se le perdió en el campo, de modo que rindiéndose aquel vecindario, y tan sumamente pobre, casi la ciudad se entró a Ejercicios, y es imposible se hubiesen mantenido si Dios no hubiera echado la mano, por la grande fe de aquella mujer. Yo conocí su espíritu y me confundo en mí mismo, de su serenidad interior, de su gran celo y fe tan viva. Diré algo de las muchas cosas que notamos: una vez no hubo para más de cien ejercitantes, de porotos más que una olla no muy grande, que las cocineras estaban desconcertadas; ella vino a la cocina, cogió la cuchara y empezó a haber platos, hubo para todas, nunca se vaciaba la olla y sobraron porotos; lo que admirando me contaron las cocineras, donde hubo pues mucha cantidad. Otra vez faltó enteramente la grasa, y ya no hallaban modo de proveerse; llegaba el mediodía, se afligían las cocineras, repetían los mensajes a la Beata que estaba en Ejercicios con las mujeres; a todos respondía con serenidad: “Avisen a la Abadesa” (que era la Virgen). Cerca de la una, llamaron a la puerta, fueron y hallaron un muchacho a descargar una porción de grasa y cebo, que no lo conocieron. Así sucedieron varias cosas que, según dicen, resplandecía el poder de Dios, por la grande fe de esta mujer. En fin, concluimos nuestra tanda con una procesión de sangre, que quedó mi ciudad como una Nínive penitente. En los días que estoy aquí, hemos dado Ejercicios, y este año ha sido en más abundancia, y con todo por la Providencia divina. El papel se me acaba. Yo me alegraré que Vd. goce de salud y me presente en sus sacrificios. Y como yo le estimo, y ruego asiduamente al Señor.
M. Mora
Ficha técnica.
- Fecha: 2 de octubre de 1788
- Desde Córdoba
- Del Presbítero Miguel de Moral
- al Padre Juárez
- Idioma: Español
Cf. Blanco LXXVII: ASR 299 (en castellano); citado en Gr 57. Una versión: ARSI 180 (en italiano). Córdoba y octubre 2 de 1788.
Un comentario en “Carta 60 – Del Presbítero Miguel de Moral al Padre Juárez (Córdoba, 2 de octubre de 1788).”