Carta 10 – De la Sierva de Dios al P. Juárez (Buenos Aires, 5 de septiembre de 1782).

Mama Antula reitera el pedido de su carta anterior (del 8 de julio) y en esta carta revela aspectos de su religiosidad: le reza Misa a San José cada 19 de mes, a los santos de la Compañía de Jesús y «al glorioso San Ignacio». Además, comenta sus deseos de viajar a Europa.

Mama Antula y San Ignaco de Loyola

Muy señor mío:
no obstante que tengo escritas dos cartas anteriormente: la primera en el año próximo pasado de ‘81, en respuesta de la de Vuestra Merced, la que fue dirigida a Madrid a manos muy seguras, en la que participo muy latamente de todo lo acaecido en mi ejercicio en esta de Buenos Aires, como también de la remisión que le hago a Vuestra Merced de 200 pesos por libramiento que dio Don Manuel Joaquín de Zapiola, vecino de esta ciudad, para Madrid, a dos caballeros, que se nombran Beamurguía, quienes son hermanos. Y como hasta el presente no tengo aviso de Vuestra Merced si han verificado los dichos el haberle remitido o dándole noticia de dicho dinero, vivo con bastante cuidado por considerar la falta que podrá experimentar para sus urgencias.

Después en este presente año, en el mes pasado de julio, tengo respondido a otra que recibí en este propio año en la que me participa tocante a Beristáin residente en Madrid, a la que respondí inmediatamente, cuya respuesta, mediante Dios, va caminando por vía de Portugal siendo la conductora la señora Virreina de Lima, que se conduce con su esposo el señor Guirior, quienes van a Madrid; y siendo dicha Señora tan virtuosa y haber dado tanto buen ejemplo, he quedado muy satisfecha de sus buenos ánimos; por cuyo motivo he dirigido por su mano así la dicha carta, como cien pesos y tres onzas de oro, para que incontinente de llegada dicha Señora a Madrid, le remita a Vuestra Merced dicho dinero, para que verificándose el recibo de Vuestra Merced se sirva de practicar lo siguiente, a saber: que los dichos cien pesos remite por mi mano dicha Josefa Alquisales, vecina de esta ciudad, para que Vuestra Merced le consiga de Su Santidad todo lo que expresa en la relación que mando adjunto con dinero. Y también remití con dicha señora Virreina tres onzas de oro para que, tomando Vuestra Merced para sí dos onzas para suplirse en sus urgencias, la otra onza la entregue a mi confesor el Padre Ventura Peralta, para que siquiera esa cortedad le sea de algún alivio en sus urgencias, cuya remesa estoy cierta ha de llegar a manos de Vuestra Merced, pues asíme lo ha prometido dicha Señora el practicar luego que llegue a dicho su destino.

Tocante a los dichos cien pesos que remite dicha Señora para consecución de lo que pretende, vuelvo a decir a Vuestra Merced que estimaré mucho ponga todo empeño en que consiga todo lo que pide, y advierto que lo sobrante de dicho dinero aplique Vuestra Merced para sí, como ya le digo anteriormente, sin escrúpulo alguno, que es la voluntad de dicha Doña Josefa, para quien podrá Vuestra Merced aplicar algunas misas, esto es, aquellas que Vuestra Merced voluntariamente pudiese decirle.

Yo siempre me hallo en esta de Buenos Aires continuando el ministerio de los santos Ejercicios y experimentando grandes progresos espirituales en las almas; sigo con más ahínco a la práctica continua, pues su Majestad parece que visiblemente concurre con sus providencias para esta santa obra, así en promover los corazones con tanta vehemencia en este acto, como en facilitarme todas providencias para el subsidio de la multitud que concurre. Viendo esto palpablemente, ¡cómo viviré yo tan obligada a esta Suprema Majestad! que verdaderamente hablando, a la vista y práctica de lo d icho, vivo confundida, y mi único consuelo es el darle muchas gracias y ofrecerme ciegamente a su santa voluntad, reconociendo que dicha Majestad, por el amor de sus criaturas, que viven olvidadas de su Criador, se ofrece por todos caminos a franquear sus misericordias, principalmente por éste de los santos Ejercicios, en los que he experimentado claramente el cumplirse de su santa voluntad con mucho beneficio de almas cristianas.

En esta inteligencia dejo al discurso de Vuestra Merced el grande medio que se había extinguido en nuestras provincias, cuya falta llorábamos comúnmente, hasta que para algún consuelo promovió su Majestad el que se practicase para el bien de las almas; pero, como esto no se puede continuar a un mismo tiempo en todas las ciudades y lugares de estas provincias, es grande la falta de operarios, quienes dedicados por constitución trabajasen infatigablemente como en otro tiempo. En fin, yo y muchos vivimos consolados, por ser todo disposición del Altísimo.

El máximo de todos mis cuidados, que Vuestra Merced no ignora, en cuantas me escribe todo lo deja sepultado en el silencio, y no queriendo comunicarme, continuamente me tiene suspensa, no obstante que como tan interesada le he hecho siempre insinuación; pero no por eso dejo de la mano el empeño que tomé a mi cargo desde el instante del golpe que procedió, pues para mí cuento el interponer por medianero al señor San José obligándome a mandarle cantar misa en todos los días 19 del mes, como así mismo aplicando todo el trabajo que impendo en el ministerio de los Ejercicios, siguiendo esta práctica, no solamente en los lugares o ciudades, sino que desde dicho tiempo se continúa por mi cuenta en nuestra tierra, y desde el tiempo que llegué a Córdoba, me franquearon las Monjas Teresas para que en dicho 19 del mes se cantase la misa al Santo por mi cuenta y se continúa hasta el presente.

Así mismo estoy practicando en esta ciudad y ahora últimamente me ha permitido Su Ilustrísima que mande cantar dicha misa en el oratorio que tengo en esta casa de Ejercicios; y también practico en interponer a San Estanislao, con hacerle su fiesta anualmente, y al glorioso San Ignacio y a los demás santos de la Compañía, todo dirigido al asunto de mi mayor cuidado, pues mi ánimo no descansaré en continuar estos medios para mi consuelo.

En esta inteligencia del cuidado en que vivo, no me reserve Vuestra Merced en participarme de lo que pueda preceder acerca de este asunto, que yo animada interiormente, sin hacer aprecio de las cosas temporales, dirijo ésta, a fin de que Vuestra Merced no me escasee cosa alguna sobre el asunto que trato con toda sinceridad; para lo que con toda satisfacción tengo persuadido al que me escribe estas cosas y otras que dirigiré a Vuestra Merced, para que éste escriba sin recelo alguno, pues todas mis ansias miran al servicio y mayor gloria de Dios.

Tocante a los Ejercicios que estoy practicando en esta ciudad, digo a Vuestra Merced que en continuación y tanta concurrencia, que parece ser como en el principio que ya en otra comuniqué a Vuestra Merced, de tal modo, que en el presente tiempo no se ha reservado alguno de los señores canónigos para entrar, como estoy informada que el señor Obispo de esta ciudad está con mira de tomar Ejercicios, que será mayor el ejemplo para los demás católicos.

No omita ocasión de escribirme sobre el asunto de las solicitudes que tengo encargado en mis antecedentes: principalmente vuelvo a repetirle sobre que pueda yo tener facultad de elegir otra de mi sexo para después de mis días, y que ésta goce los mismos indultos que consiguiésemos de Su Santidad, lo que verá Vuestra Merced sea todo regular para el provecho de las almas, como también el poder elegir un capellán idóneo; y así mismo para los pobres que entrando a los Ejercicios tuviesen que contraer matrimonio precisamente para asegurar su salvación.

Finalmente Vuestra Merced vea como digo no siendo escaso en pedir. A mis Padres directores que fueron, mis cordiales expresiones, a quienes me les dirá que me tengan presente en sus sacrificios interesándose con esta obra en que estoy constituida, pues me hallo bastantemente necesitada de sus oraciones, que yo aunque muy inútil, no ceso de dirigir mis tibias deprecaciones para todos en general, deseándoles todo alivio; que verdaderamente hablando, que si me fuera posible derramar mi sangre por el alivio de todos, lo pondría por obra: en fin dejo al silencio todo.

Al Padre Juan Nicolás Aráoz en particular me le dará mis memorias y me le dirá que al principio en una ocasión le escribimos con Inés, y habiéndole respondido a ésta, escribía también a otra, no haciendo mención de mí, que me supongo sería por equivocación, y no por falta de afecto; pero no por eso dejo yo de hacer esta insinuación para que Vuestra Merced me le haga presente y me ofrezca a su disposición.

Estimaré a Vuestra Merced me participe de mi sobrino Juan José de Paz, dónde reside, si es vivo o muerto, quien no me ha escrito; por no saber de él, no le escribo en particular. En mi primera ocasión escribí a Vuestra Merced sobre el pensamiento de pasar a la Europa, y Vuestra Merced me respondió que para el efecto era menester mucha consulta, en primer lugar con Dios, a quien ciegamente estoy subordinada, y desde aquel tiempo habiendo desistido por los imposibles, ahora parece que Su Majestad va proporcionando en que del todo no se me pierda dicho pensamiento o intención, por habérseme suscitado algunos principios para facilitar la empresa, y según fuese disponiendo el que es dueño de todas mis operaciones, seguiré no digo a España sino a la fin del mundo; pues el mismo que ha dispuesto que en este reino las criaturas le reconozcan y alaben, es el que domina en todo el universo; como es constante, así mismo, si es su santa voluntad que yo me transporte a seguir mi destino, aunque a mi cortedad se le presenten dificultades al parecer invencibles, todo lo ha de franquear dicho Señor, y con cuyo esfuerzo caminaré sin el menor embarazo, hasta finalizar mi corta vida, pues ésta no la estimo si no ha de ser empleada en ejecutar con prontitud la voluntad de su Criador. Para cuyo efecto suplico a Vuestra Merced y demás personas, que me favorecen con sus oraciones, en particular pidan a Su Majestad se cumpla en todo lo que convenga para alabanza suya y bien universal de las almas, con cuya ayuda conseguiré el agrado de dicha Majestad y lograré su santa gracia para mi parte.

Al Dr. Juárez participe sus expresiones de Vuestra Merced y también a Don Antonio García, quienes por medio de sus cartas retoman muchas memorias, todo lo que ya tengo insinuado a Vuestra Merced en la antecedente dicha del mes de julio pasado de este presente año.

Yo tengo avisado a Vuestra Merced que todas las que escribiese irán francas, a fin de que no gaste lo que le puede hacer falta: por todo lo que vuelvo a repetir que, habiéndose recibido, así de los 200 pesos que digo del libramiento para Beamurguía, como lo que expresamente conduce dicha señora Virreina, que son cien pesos y 3 onzas de oro, haciendo todos los encargos que a Vuestra Merced le tengo hecho, no pase necesidad, que mi deseo es que Vuestra Merced viva consolado en aquel su destino, que en adelante Su Majestad y siempre nos ha de proveer si nos conviene.

Le estimaré que Vuestra Merced incontinenti me participe de todo lo que le suplico, principalmente lo que más le encarezco y de que si ha recibido dichas remesas, como también del asunto que le suplico para la expresada Señora que remite los cien pesos, quien es natural que aguarde razón de su pretensión; cuyo empeño con todos los míos aguardo que Vuestra Merced ejecutará con el celo que corresponde; pues ya Vuestra Merced está inteligenciado; que yo no tengo en aquella parte otro quien mire por mí, sino único Vuestra Merced; y para que mis pretensiones vayan con prontitud, es preciso que lo zanje uno que se empeñe con todo esfuerzo como me supongo de Vuestra Merced.

Buenos Aires y septiembre 5 de 1782 años. E ínterin, deseosa de la prosperidad de Vuestra Merced, quedo rogando a la Majestad Suprema la guarde muchos años.

Muy Señor Mío. Besa las manos de Vuestra Merced su más afecta sierva en Jesucristo, María Antonia del Señor San José.

Señor Don Gaspar Juárez.

  • Fecha: 5 de septiembre de 1782
  • 1782
  • Desde Buenos Aires
  • De Mama Antula
  • al Padre Juárez
  • Idioma: Español.

Cf. Blanco XXII: ASR 31-38 (en castellano); G 37; B 42-45. Otras versiones (más breves): Blanco XXI: ASR 39 (en castellano); G 37. Cf. también Blanco XXXI: ASR 74 (en castellano, del 18/12/1783); G 41. Buenos Aires, septiembre 5 de 1782.

Publicado por Agustinasalerno

Publico cuentos que escribo para que los puedan leer.

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