Poco antes de morir, el Padre Montero -deán de la Catedral de Buenos Aires y alto funcionario eclesiástico- responde a la petición del Obispo de Buenos Aires Lué y Riega respecto a los fondos eclesiásticos destinados a la continuación de la construcción de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales iniciada por Mama Antula.

Ilustrísimo Señor:
Para evacuar el informe que Vuestra Señoría Ilustrísima me pide, debo tener presente el instrumento judicial de donación y aplicación que en los Palacios Arzobispales de Santiago, ante tres escribanos firmó de su puño y letra, tres o cuatro años antes de morir, el finado Ilustrísimo Señor Don Sebastián Malvar y Pintos, como también los poderes otorgados a mi favor para la cobranza y destino de la dependencia de Toledo, Administrador de Tabacos de Montevideo, la cuenta formal de lo cobrado de la aplicación con los documentos que corresponden y otros varios papeles que no tengo aquí y sí guardados en mi casa de la ciudad, los que no puedo manejar ni registrar en las presentes circunstancias por mi penosa enfermedad, y en particular por la debilidad y escasez de la vista, pues aun la letra de Vuestra Señoría Ilustrísima, que me trajo Fray Thomas, fue necesario que él mismo la leyese, porque yo no podía. Sin embargo diré alguna cosa para satisfacer a Vuestra Señoría Ilustrísima. Lo primero que la dependencia de Toledo, contraída por el Ilustrísimo Señor Malvar, jamás ha sido, es ni será espolios, ni se deben refutar como tales, porque espolios, según definición del S. Solórzano, con todos los Reinícolas, son los bienes eclesiásticos adquiridos por los señores Obispos immediate o mediate por contemplación o cambio de Iglesia, y que ellos justamente no expendieron ni distribuyeron antes de su muerte.
Si el finado Señor Arzobispo, tres o cuatro antes de morir, dispuso de la dependencia de Toledo, la donó y aplicó a usos píos por una donación inter vivos la más solemne y autorizada ¿por dónde estos bienes se pueden refutar de espolios? ¿Por qué en diez años que hace vino esa carta del Señor Murcia, aun viviendo el Ilustrísimo Señor Azamor, no se ha hecho mención de ella, ni se le ha hecho saber a la superioridad, ni menos a mí? Lo segundo, las gravísimas e imponderables dificultades que presenta la carta del Señor Murcia en una materia tan grave, tan crítica y tan delicada como es esta de espolios de Indias, que se gobierna por otra legislación muy diferente, y que aun cuando fueran espolios (que no lo son) habría muchas dificultades que vencer para llevarla a debida ejecución. Lo tercero, que en mi poder no hay un maravediz perteneciente, ni a la deuda de Toledo, ni al Señor Arzobispo de Santiago.
Que los tres mil pesos que en los principios con infinitos trabajos se cobraron, y por lo que fue necesario formar cuatro o cinco cuerpos de autos que corren en la Escribanía del Gobierno, pagar Abogados, honorarios, etc. (que es lo único) se invirtieron en lo mismo que el Sr. Arzobispo determinó y consta de la cuenta legal documentada, que a su tiempo haré presente amistosamente a Vuestra Señoría Ilustrísima. Que cuando murió dicho Señor Arzobispo esta corta cantidad estaba invertida y aplicada según órdenes; nuevo motivo por que ni deben refutarse espolios. No piense Vuestra Señoría Ilustrísima que porque me expreso así, pienso hacer frente o alguna oposición; es materia en que mis émulos han trabajado mucho para lastimar mi honra y estimación, pero sin fruto alguno, gracias al Todopoderoso, a mi San Juan Nepomuceno y a la pureza con que me he manejado.
Luego que me sienta con alguna fortaleza en la vista y mejoría de mis males, con la mayor satisfacción le impondré a Usía de todo: le manifestaré la cuenta documentada, los poderes, el instrumento de cesión y donación y aun las cartas originales de mi finado Arzobispo, hasta dejarlo completamente satisfecho. Yo nada más deseo que desprenderme de esto, y si no lo he hecho ha sido porque el poder no me concede facultad de substituir.
Por lo demás, la dependencia es incobrable y, cansado de gastar y de molestias, hace años que no toco en ellas porque lo juzgo inútil. Yo sigo bastante molestado con mis piernas, en las que pienso abrirme fuentes, y con la vista muy debilitada, pues hay días que no puedo rezar ni con anteojos, pero en todas circunstancias deseo complacer a Vuestra Señoría Ilustrísima y que Dios me lo guarde muchos años.
Costa de San Isidro, 9 de marzo de 1806.
Su más obediente súbdito.
Dr. Carlos José Montero.
Ficha técnica.
- Fecha: 9 de marzo de 1806
- Desde las costas de San Isidro
- Del Padre Carlos José Montero
- al Obispo Lué y Riega
- Idioma: Español
Cf. Blanco CXL: B 223-224 (en castellano).