En esta carta el joven seminarista Prudencio Lazcano -después de haber realizado el discernimiento propio de Ejercicios Espirituales de San Ignacio en la Santa Casa de Mama Antula- les comunica a sus padres que ha descubierto que su vocación no es el sacerdocio.

Casa de Ejercicios y enero 15 de 1798
Muy querido padre y señor: Vuelvo a escribir a Vms. lo mismo que en fecha 14 de diciembre escribí a la señora Madre, por mano de Pedro Larnosa, sobre las Órdenes que debía recibir en esta virtud de mi venida aquí y de las dimisorias libradas a mi favor. Sobre lo que debo prevenir a Vm., no el ánimo de Órdenes, sino la ninguna resolución que tenía de hablar con Vm. sobre la poca y ninguna voluntad que tenía de ordenarme, fueron los motivos que, bajo el pretexto de Órdenes, me hicieron salir de su presencia para ésta. Pero, cómo me sería posible a mí hablarle a Vm. sobre el asunto, cuando veía que les causaría muchísimo sentimiento el no seguir el estado eclesiástico en que al parecer me inclinaba.
El espacio de nueve meses que estuve con la Madre Beata en ésa, bajo la dirección del difunto Padre Nis, me hicieron conocer que mi destino para el Sacerdocio, mediante a que mi sana conciencia en aquel entonces, no me daban las menores muestras para este estado, cuando, todo entregado a Dios, me sujeté a la docta dirección de aquel difunto religioso, tratando con él muy despacio y de veras, los caminos por donde podía inclinarme al servicio de Dios y bienestar de mi alma, sin que en todo ese tiempo hubiese querido seguir la carrera de la Iglesia.
Séame testigo de esa verdad Narciso, a quien repetidas veces comuniqué estos mis pensamientos, cuando mi único objeto en venir a ésta, fue el no darles a Vms. esta pesadumbre, que no debe serla, respecto a que no deben los hijos precipitarse a un estado al cual no son llamados de Dios. ¿Qué granjearían Vms. con que yo metiéndome en el estado eclesiástico, fuese un clérigo alarido (?) y desesperado, omiso en el cumplimiento de mis deberes, fuese la mofa del pueblo, y, lo que más es, me condenase?
Confieso, padre mío, ingenuamente que nadie me obligó a tomar la sotana, es verdad; pero en aquel entonces tenía sin consulta, sin dirección y sin consejo esta determinación, como que miraba desde lejos las Órdenes y el Ministerio en que me iba a meter. Pero ahora en que ordenan de cuatro Órdenes; por esto Señor, me fue preciso el tomar aquí mis Ejercicios últimos para seguir las Órdenes Mayores, después de haber tenido nueve días de retiro, como por carta de diciembre comunique a Vms. Conozco el peligro evidente que me amenaza, respecto a que miserablemente yerro mi destino; y que ordenado quizá será, en vez de consuelo para Vms. y para mí, un odio al estado eclesiástico y aburrimiento el más fatal que, quitándome el gusto al sacerdocio, me precipite sin poderlo ya remediar.
Ahora, Padre mío, en que consultando mi estado con Dios, me he encerrado en los Ejercicios —prueba nada equívoca de que deseo acertar— medito y veo muy de cerca las Órdenes que iba a recibir, conozco el camino tan errado que iba a seguir, y supuesto que me hallo a tiempo de poderle remediar, lo escribo segunda vez a Vms. para que tomen las medidas correspondientes, dispongan lo que juzgasen por conveniente de este su hijo.
Que su mano besa y verles desea.
Prudencio de Lazcano.
Ficha técnica.
- Fecha: 15 de enero de 1798
- Desde Buenos Aires
- De Prudencio Lazcano
- a sus padres
- Idioma: Español
Cf. Blanco CXVIII: Gr 122-124 (en castellano); Archivo Museo Mitre: leg. Correspondencias._