Carta 45 – De Don Ambrosio Funes al Padre Juárez (Córdoba, 6 de junio de 1787).

A 7 años de iniciados en Buenos Aires los Ejercicios Espirituales llaman la atención del pueblo -y hasta del Virrey Loreto- los milagros y la providencia extraordinaria que se manifiesta a través de Mama Antula. Hay planes de extenderlos en Santa Fe, Corrientes y el Paraguay. Funes también hace referencia en esta carta a la Compañía de Jesús en Rusia, donde no han sido prohibidos los jesuitas por no tener allí influencia el Papa Clemente XIV.

Procesión antuliana desde la Catedral Metropolitana.

Mi muy amado en el Señor:

Mis cartas para Ud. son un objeto de expectativa y para mí de impaciencia. De Ud. porque las desea con ansia y en mí porque no puedo escribir lo que deseo. Ha mucho tiempo que mis promesas están sin efecto, pero también hace mucho tiempo a que Ud. ha dejado de contestar a una bien importante, a dos que le dirigí el año pasado, cuya respuesta debía servir de un preciso eslabón a la cadena que iba formando de las proezas de nuestra Gran Beata Doña María Antonia de San José. Esta heroína de la gracia (a cuyas oraciones deben más Uds. que al cetro de Catalina II de la Rusia) no cesa en las pretensiones de la restitución de su amada Compañía a su estado primitivo, por caminos tan ocultos que sólo la Providencia sabe guiar. Como ella se manifiesta por resortes divinos, quedan muy altas las industrias humanas para encontrar la secreta armonía de sus impulsos. Ha descendido a un anonadamiento tan grande de sí misma, que por ello no he podido dar un paso en su estoica vida. Ella ha callado conmigo mucho tiempo. Esa desgracia se recompensa con que un confesor suyo ha empezado a hablar conmigo.

No hay especie que no merezca una profunda atención. Profecías, milagros, grandes proyectos, es lo menos, que contienen las más. Su misión y, sobre todo, sus virtudes tejen su corona. Ella permanece en Buenos Aires excitando el fervor de los Ejercicios con la misma multitud que le he comunicado. Ya se deja caer de su peso la reflexión de que sin más providencia extraordinaria (jamás experimentada en nuestra América) no podría continuar su misión, ni en la distancia de estos climas, ni mucho menos en un solo pueblo, que va para 7 años que no cesa de fomentar sus designios, como si hoy empezase, no obstante la instabilidad del hombre que siempre es mayor cuando rueda sobre el negocio de su salvación. Sabemos que el Virrey Marqués de Loreto hace aprecio de su vocación, del cual se dudó a los principios. Ignoro más circunstancias recomendables acerca de este punto esencial de nuestros cuidados, que los que me comunicó hace 4 años. Sólo sí sé con más verosimilitud que hará algunas excursiones por el Paraguay, Santa Fe y Corrientes, donde la esperan con ansia hace mucho tiempo. En los demás me refiero a mis cartas antecedentes.

Aquel Religioso Jesuita P. Andrés Rodríguez, discípulo de Iribarren, que acaba de renunciar este Priorato Dominico, me escribe acerca de una larga conferencia que tuvo con ella asegurándola sobre las reiteradas noticias de la Rusia (que Uds. nos refieren con aquella información que produce la evidencia) en la cual fue tal el entusiasmo de su corazón, al oír las tan favorables, que le costó trabajo desprenderse de ella después de 2 horas. En efecto, tocarle este punto es hacer una conmoción general de todos sus afectos que, en medio de ve su profunda modestia, los vierte precipitados, sin poderlos contener. Ésta es la acción en que olvidada de sí misma prorrumpe en mil expresiones, capaces de decorar su vida interior. Aquí es donde se necesitaba de sujetos hábiles, advertidos, que trasladasen a las plumas sucesos admirables. Yo me he valido de ellas para recoger atentamente varios materiales bien exquisitos conformes en todo con lo que me comunica dicho confesor, que dejó en esta ciudad. Aunque Uds. aguardan estos hechos con piadosa inquietud, es imposible comunicarlos con aquella formal exactitud que exigen unos asuntos tan graves por su naturaleza y en que el discernimiento de mejor tino vacilaría si no procede con pausa en ellos. Dios tiene en su mano el uso de los tiempos. Ya hará llegar aquellos en que suene sobre los techos el eco sonoro de la voz que ahora apenas deja llegar a nuestros oídos. Entretanto no bajemos las manos de nuestra oración hasta que el Dios de los prodigios nos revele en ella sus maravillas.

Si yo tuviera una pluma y un espíritu tan felices como el del V. P. Puente, no me faltaría no una sino varias Escobares de quienes escribir sus vidas prodigiosas. La de ésta lo es tanto que, a no tener por piadosas sus virtudes y la de sus escritos, más parecería una novela inventada por el entusiasmo para reír que un legítimo modelo para imitar. Pero como yo no puedo ser garante de sucesos de este carácter, quiero moderar mi pluma, permitiéndole sólo insinuaciones pasajeras, no sea que sorprendido de la credulidad suscite deseos y reflexiones sin objeto. No obstante, sometidos estos portentos al escrutinio raciocinado de aquel grande hombre, no hesitaría mucho en decir: “no es sola Escobar a quien Dios se comunica del mismo modo”. En efecto, caída de la Compañía, permanencia, restitución de ella a un estado todavía más floreciente que el primero, futura hermandad de los hijos de San Ignacio con los de Domingo. Éstos son unos tantos sucesos uniformes con que el Altísimo se va familiarizando con estas hijas de San Ignacio. Algunos detestarán quizá las obras de la Escobar, pero el efecto de sus vaticinios nos harán detestar de ellos mismos.

Hemos recibido por Iribarren existente en Génova las últimas plausibles noticias del progreso de la Compañía en la Rusia. Se conoce que esta semilla es bien fecunda, cuando se la pone en libertad ve producirse. Su virtud que su ciencia se propagan a un mismo paso. Que la primera se alimente de la tribulación no es de extrañar, porque se nutre de ella regularmente, pero que la segunda subsista, camine, vuele en medio de la prescripción más tenaz, es lo que a la verdad sorprende y admira. Tal es el motivo porque uno goza, y nuestro asombro común en pos de Tiraboschi, Juan Andrés, Lampillas y sobre todo del incomparable Zacarías. El Mercurio español, que es una Aduana civil por donde se prohíbe el tránsito de las cosas favorables a Uds. no ha podido resistir el mérito de este Sabio, para dárnoslo a conocer de resultas de la cátedra de Historia Eclesiástica en la Universidad de la Sapientia admitida por oposición ante el Cardenal Razzonico. Sabemos que sus opositores concurrieron más a admirar su mérito que a emular su sabiduría. Tenemos en casa su Thesauro Theologico no más. Hemos leído al Erudito no menos que el escrito Juan Andrés, y aguardo por horas a Lampadillas, que sé me le han comprado en 8 pesos en Buenos Aires. Ojalá que nos diera una razón individual. Éste y los demás Sabios que escriben pues apenas llegan sus obras a mis manos, y ni ellas nos comunican el carácter personal, ni sus destinos, circunstancias que (no hay duda) provocan a la estimación de estos Héroes literarios, tanto más amables para nosotros cuanto provienen del seno de una familia en que yacen nuestros Padres, nuestros maestros, nuestros benefactores, nuestros modelos.

… He visto el retrato de la Emperatriz de Rusia en cuyo benigno semblante está delineada la prosperidad de Uds… Adiós mi amado Don Gaspar… Si no escribo con frecuencia, es por enfermo. Ahora estoy mejor de mis achaques.

B.l.m. su afmo. hijo en Cristo

Ambrosio Funes.

Ficha técnica.

  • Fecha: 6 de junio de 1787
  • Desde Córdoba
  • De Don Ambrosio Funes
  • al Padre Juárez
  • Idioma: Español

Cf. ASR 211-214 (en castellano), citada en Gr 41. Cf. también ASR 265-266 (en italiano) y ARSI 179 (en italiano), ambas versiones abreviadas. Córdoba, 6 de junio de 1787.

Publicado por Agustinasalerno

Publico cuentos que escribo para que los puedan leer.

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