Mama Antula describe la impactante efigie de El Nazareno de la Casa de Ejercicios -de tamaño natural, realizado en Cuzco- y pide indulgencias plenarias para fieles que recen en su presencia y sacerdotes que den Misa en su altar.

Carísimo hermano en Cristo:
Dejo a su discusión y prudencia, y asimismo omito manifestarle el grande consuelo que me causan y dan sus cartas, tanto por saber de su salud cuanto por lo que me anoticia de la que gozan los demás mis hermanos, por los que ruego a nuestro Criador se las conserve para su santo servicio. Participo a Vd. haber recibido las suyas dos, su primera de enero y otra de mayo del presente año, asimismo todas las cartas que se ha servido despacharme, tanto de encomiendas como los Rescriptos Pontificios, y juntamente la gracia del altar portátil, la cual me ha servido de grande consuelo. Por vez redunda de ella el bien espiritual de las almas a lo que aspiro con tantas ansias, y juntamente logren el beneficio así del santo Sacrificio de la Misa como de la Palabra Divina y doctrina que se les explicara a todas aquellas gentes que se hallan distantes, como Vd. no ignora, de las capillas, y carecen, no sin dolor de mi corazón, de este pasto espiritual, con ocasión de usar dicho altar por los lugares por donde me encamine en este mi ministerio, cuya Bula ya se despachó para Madrid a que se pase por el Consejo por mano del Sr. Intendente y Gobernador de esta ciudad, Don Francisco de Paula Sanz, sujeto muy interesado a beneficio de mi ministerio, al mismo tiempo que dicha Bula me causó alegría, no ha dejado de causarme algún sentimiento por no venir en los términos que le he tenido suplicado a Vd., porque viene solamente dicha concesión para mientras yo viva, siendo mi ánimo y deseo no viniese con tal restricción, que también para que pudieran gozar de la gracia las que me acompañan después de mis días, siguiendo este ministerio, como espero en Dios lo harán, pues para mí solamente no tenía necesidad, porque siempre los señores Obispos me han concedido el que use mi oratorio en las casa donde pongo y doy los Ejercicios, por lo que vea Vd. de hacer esta diligencia, la que estimaré mucho.

Yo tengo en otra participado a Vd. el tener una efigie de Jesús Nazareno, del estado de un hombre regular, su acción como que va caminando, con la cruz tan particular, obra que a cuantos le ven, les causa grande admiración y asombro, al mismo tiempo mueve a una gran ternura y compasión, cuya obra es hecha en la ciudad de Cuzco, y le tengo en mi oratorio en su altar, separado del altar mayor, siéndome no de poco desconsuelo, el que no ganen algunas indulgencias los fieles que vienen a adorarle, por no haberlas concedido hasta aquí, pues desde que lo trajeron del Perú y le tengo en mi oratorio no ha venido ningún Obispo, pues su traída fue después que el Sr. Malvar se retiró de ésta, por lo que le estimaré me le saque algunas indulgencias plenarias, con alguna pensión ligera, como un acto de contrición o cosa semejante, para que de este modo les sea más fácil y les mueva a los fieles a que logren tan gran beneficio, y juntamente para los señores sacerdotes que digan Misa en dicho altar del Nazareno, algún otro privilegio, como de sacar almas del purgatorio; asimismo tengo otro santo en el altar mayor de mi oratorio, casi del mismo grandor, también muy hermoso, y sin indulgencias por ser nuevo y recién hecho en esta ciudad, cuya diligencia espero que su santo celo lo hará con toda brevedad.
Participo a Vd. cómo el mes de agosto de este presente año, tuve dos datas de clérigos, todos sujetos distinguidos, juntamente el señor Canónigo Lino, como también lo hubiera hecho el Sr. Provisor Riglos, pero sus ocupaciones de su ministerio no lo permitieron; pero me aseguró que entraría en otra ocasión que estuviere con menos ocupaciones; y juzgo que todos los clérigos, tanto de la ciudad como de la jurisdicción, irán entrando, pues de los curas foráneos el que puede no se excusa, como han hecho ya varios, pues tal es la virtud de todos estos señores clérigos, y el ejemplo que dan, que parecen Religiosos; como que ahora pocos meses murió el que dio los puntos el año pasado a los señores clérigos, cual fue el Dr. Don Vicente Jaunzaras, sujeto distinguido por su virtud y sabiduría, pues después de una penosa enfermedad, dio el espíritu a su Criador, pues murió dando señales de santidad y estando actualmente de Rector del Colegio de San Carlos, de esta ciudad.
A lo que Vd. me dice del costo que le han causado mis cartas, debo decirle que dicha noticia me ha sido de gran sentimiento y congoja, porque reconocer haber sido causa y parecer en mi gran deslealtad, pues mi intento lejos de serle tan perjudicial, antes ha sido aliviarle en lo posible, y mi deseo siempre ha sido tenerlo más cerca para servirle con más libertad, como que si de mí pendiera, en todas mis cartas le incluiría algunas moneditas de oro, pero me acobarda el que se pierda y no llegue a sus manos.
Tengo informado al Sr. Don Manuel de Zapiola sobre lo acaecido de la onza de oro, y me dice dicho señor que tiene dada orden a su apoderado para que remita a Vd. otra onza.
Sírvase Vd. dar mis expresiones a mis carísimos hermanos en Cristo, y juntamente agradecerles de mi parte sus acuerdos y principalmente en encomendarme a nuestro Señor, y los saludará al Padre Juan Nicolás Aráoz, al Padre Ventura y a mi sobrino Juan José, y en particular que reciban ésta por suya, el Padre Ignacio Rhomberg, el Padre Galpín, el Padre Torpe y el Padre Miguel León, y dígales de mi parte el que no se olviden de encomendarme en sus santos sacrificios y oraciones a nuestro Criador; al Padre Galpín y al Padre Miguel León, que les agradezco infinito los regalos que se sirven hacerme de las reliquias, escapularios y estampas.
He saludado a la personas que Vd. me encarga, especialmente al R. P. Toro y al Dr. Solá, quienes se las devuelven muy afectuosos; son continuas las noticias que tengo de nuestra tierra y juntamente de sus parientes, quienes se hallan, sin novedad, buenos; asimismo del Sr. Arcediano, el Dr. Suárez, su hermano, quien me escribe siempre y se halla bueno, prosiguiendo aún en su apostólico ministerio de la conquista de los Indios del Gran Chaco, y asistiendo en sus Reducciones ya fundadas por él.
Participo a Vd. cómo meses pasados determiné emprender mi viaje para Montevideo, a dar Ejercicios, y pocos días antes del que determiné para embarcarme, me fui a despedir del Sr. Virrey, quien tiempos antes me había insinuado la ida a dicha ciudad y juntamente lo viese antes de mi ida. Con esta ocasión lo vi, y me pidió suspendiese el viaje y siguiese dando los Ejercicios en ésta, y como la súplica de tales personas tienen fuerza de precepto, condescendí aunque poseída de una reticencia interior, por ver los bastantes años que hace estoy en ésta y juntamente ver el insaciable deseo y ansia con que claman todas las gentes en aquella ciudad por mi ida, y lo principal por conocer el grande fruto que sacarían con el establecimiento de los Ejercicios, pero no obstante dicho atajo, estoy por hacer con mucho silencio y sigilo valiéndome de algunos sujetos de ésta, para sacar la licencia del Sr. Virrey, porque a saber mi determinación en ésta, según veo, se empeñaría toda la ciudad y no me dejarían salir, por lo que me hallo sin libertad para caminar, en busca de almas para Dios, si fuera posible, hasta el fin del mundo.
Tengo ya pedido a Vd. en una antecedente haga diligencia para unas indulgencias para Gregoria del Rosario, nuestra paisana, quien me acompaña desde nuestra tierra movida únicamente del servicio de Dios, pues me siguió, aun repugnándolo sus parientes; asimismo para Don Juan Antonio Pérez, Don Benito Doré, Don Juan Baliño y su mujer Doña Isabel Rodríguez, Don Jaime Mon, Don Cosme Espés, y su mujer Doña María del Carmen Galloso. Petrona de San Ignacio, Casilda Salazar, Dolores Pérez, Don José Antonio de Echenagucia y su mujer Doña Petrona Barroso, para la Ignacia del Sacramento, quiere también indulgencia.
La Petrona de San Ignacio ya se puso la sotana y va para dos años que la trae. La dicha Petrona me anda mucho con los libros de Alonso Rodríguez, y dice que no le gustan otros, y le manda muchas memorias, y dice que le mande una indulgencia o lo que le parezca, para su confesor, Don Juan Antonio Olivera.
Mi sobrina la Ramona le manda muchas memorias al Padre Ventura, como también la Manuela de la Trinidad. La Petrona de San Gabriel le manda memorias y también ésta me quita la vida por la indulgencia. Y con esto y no ofreciéndose otra cosa que pedir a Nuestro Señor guarde su vida muchos años, besa las manos de Vd. su afectísima servidora:
María Antonia de San José.
Ficha técnica.
- Fecha: 23 de octubre de 1786
- Desde Buenos Aires
- De Mama Antula
- al Padre Juárez
- Idioma. Español
Cf. Blanco LXIII: ASR 191-194 (en castellano); G 65. Otras versiones: ASR 195-198 (en italiano); ARSI 177 (en italiano). Buenos Aires y octubre 23 de 1786.
Un comentario en “Carta 40 – De la Sierva de Dios al Padre Juárez (Buenos Aires, 23 de octubre de 1786).”