Las Beata insiste en que le sean otorgadas las indulgencias a la lista de personas que le envió en la carta anterior, porque los pobres diariamente se las ruegan. Para que el Papa Clemente XIV se las otorgue ofrece, si fuera necesario, ponerle el apellido «de San José» a las niñas huérfanas que no tienen apellido.

Mi Reverendo Padre:
Aunque en este mismo correo tengo ya escrito y contestado a Vuestra Merced, se me ofrece prevenirle que, si es necesario interponer el recurso al Consejo para la consecución de las gracias que solicitamos, se valga en Madrid del señor Arzobispo de Santiago, con el seguro que —según su oferta por continuar sus servicios a favor de esta obra, que con sus auxilios se ha fomentado después de Dios—, ejecutará cuanto halle por necesario y esté en su mano. Y como para ello ya Vuestra Merced tiene suficiente margen, según le he prevenido en mis anteriores, no pierda tiempo, para que, durante el espacio de su permanencia en la Corte para evacuar sus asuntos, con más facilidad propenda a nuestro favor en lo que se ofrezca.
Desde que experimento nuestra separación o expulsión siempre hago a mi San Estanislao funciones clásicas. No sé con qué impulsos lo traje conmigo cuando emprendí mi peregrinación para ésta; y como me detuve en Córdoba, las monjas Teresas me querían disfrutar. Pero cedieron a mis instancias, y cuando me encaminé para ésta Doña María Allende tomó a su cargo seguir con la función en dicho convento, con cuyo motivo me escribieron las monjas que con mi ausencia lograban de su función, habiendo oído primores de los mis Padres y de San Ignacio. Esto me suele gustar, que con achaque de mi Santo me digan de los demás.
Hace cinco años que continúo en ésta mi diligencia en Buenos Aires, y aunque encontramos uno muy precioso, pero tan discreto, que cedió al huésped su derecho; de suerte que, concluida la función de San Martín, patrono de esta ciudad, entramos con la nuestra, que se hace con grande veneración y aceptación, en la que siempre me han predicado los más exquisitos oradores. El que acaba en esta última fue un Doctor que estuvo reservándose, despreciando otros sermones, para rendir al Santo el obsequio de dedicarle el primero; donde renové todas mis especies, oyendo las cosas de mi amada Compañía, San Ignacio y mis Padres.
Por dos vías remití a Vuestra Merced el informe del Sr. Arzobispo: una por el correo ordinario y otra por el deán de La Paz, que fue antes de Córdoba. Éste supongo no habrá llegado a sus manos; y como estimo por su virtud este sujeto, estimaré me avise siempre que llegue a sus manos el duplicado, para saber alguna noticia del dicho Deán, que estoy con cuidado.
Ya le tengo avisado que me dio sobre 3 años Ejercicios el Padre Toro y que por su provincialato le sucedió el Padre Fr. Julián Perdriel, dominico, de quien le hablé para que me viese si conseguía de su General los grados, por ser de virtud, mérito y ciencia; y no me eche en olvido esta súplica. Me despojaron, porque Dios quiso, de éste para seguir su cátedra; y me continúa en los Ejercicios el Dr. Don Juan Nepomuceno de Solá, quien me da mucho consuelo; y, aunque dicen que soy su apasionada, acaso será porque se parece a mis Padres.
Para la Cuaresma próxima me parece pasaré a Montevideo con el Padre Toro, que deja su provincialato a cargo del Reformador, quien le ha suplicado y ordenado lo haga así para dar Ejercicios. Pero ésta es una súplica y mandato, mucho tiempo ha apetecida por él.
Quiera su Majestad que los encuentre a mis Padres, si no puede ser en Buenos Aires.
Si las indulgencias que tengo pedidas pueden conseguirse de Su Santidad sin revisión del Consejo, me será de mucho consuelo, para poder distribuirlas en tantos pobres como diariamente me están pidiendo; y por lo que hace a las niñas que van sin apellidos, pongo el de San José, si fuere necesario. Todo esto se ha de entender sin que sea celo indiscreto.
Yo tengo facultades de los superiores para tener a Su Majestad reservado las festividades mayores y los días que me parezca, tres misas el día de fiesta y si quiero cuatro y cinco o cuantas de motu proprio quieran decir; en fin, por la misericordia de Dios, todo cuanto se puede pensar, concedido por el Señor Arzobispo y corroborado por el Provisor actual. Pero como siento en mi interior que pueden ofrecerse algunas necesidades de Vuestras Mercedes o a algunos de nuestros hermanos, le suplico que, siendo ésta en particular a Vuestra Merced, no repare en remediarse, puesto que Dios nos favorece aquí con licencias; y tenga entendido que me serviría de mucha pena si estando necesitado no echase mano del dinero sin reserva ni escrúpulo.
Aunque se posterguen algunas diligencias, siempre se me previene esta especie cuando le escribo; con que, si así lo hiciere, siempre me dará grande consuelo. Ya le he prevenido que quedo trasladando las noticias para comunicarlas al canónigo Juárez y a los demás que me encarga.
Yo me hallo siempre rodeada de mil cuidados y en mis años se hacen más gravosos de lo que serían a otra persona de menos: éstos, aunque quiera, siempre me hacen ser más corta de lo que quisiera. En fin, pida a mi Señor me dé su santa gracia, que lo mismo pide por Vuestra Merced esta su sierva y hermana en Cristo.
María Antonia del Sr. San José, Beata.
Ya le he prevenido que tengo muchísima necesidad, y así pida a mis Padres que por Dios rueguen por mí, que yo no puedo olvidarme de ellos, porque hacen lo mismo.
Ficha técnica.
- Fecha: 2 de diciembre de 1784
- Desde Buenos Aires
- De Mama Antula
- al Padre Juárez
- Idioma: Español
Cf. Blanco XLI: ASR 101-104 (en castellano); G 43; B 58-59. Una versión: Blanco XLII: G 43 (en castellano). Buenos Aires, diciembre 7 de 84.