Fratelli tutti

En Asís, sobre el sepulcro de San Francisco, Su Santidad ofició Misa esta mañana y firmó su nueva Carta Encíclica «Hermanos todos», sobre la fraternidad humana y la amistad social, que es un compendio de todo su magisterio y de su mirada ecuménica. Aquí el texto completo

Para Francisco es posible el sueño de fraternidad y amistad social. Foto: Twitter de Su Santidad el Papa Francisco.

CARTA ENCÍCLICA 

FRATELLI TUTTI 

DEL SANTO PADRE FRANCISCO

SOBRE LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL 

1. «Fratelli tutti»,1 escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles  una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero destacar uno donde invita a un amor que va más  allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando  está lejos de él como cuando está junto a él».2 Con estas pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una  fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del  lugar del universo donde haya nacido o donde habite.  

2. Este santo del amor fraterno, de la sencillez y de la alegría, que me inspiró a escribir la encíclica ´  Laudato si’, vuelve a motivarme para dedicar esta nueva encíclica a la fraternidad y a la amistad social. Porque san Francisco, que  se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos.

Llegada del Papa Francisco a la Basílica de San Francisco en Asís

SIN FRONTERAS 

3. Hay un episodio de su vida que nos muestra su corazón sin confines, capaz de ir más allá de las distancias de  procedencia, nacionalidad, color o religión. Es su visita al Sultán Malik-el-Kamil, en Egipto, que significó para él un  gran esfuerzo debido a su pobreza, a los pocos recursos que tenía, a la distancia y a las diferencias de idioma, cultura  y religión. Este viaje, en aquel momento histórico marcado por las cruzadas, mostraba aún más la grandeza del amor tan amplio que quería vivir, deseoso de abrazar a todos. La fidelidad a su Señor era proporcional a su amor a los  hermanos y a las hermanas. Sin desconocer las dificultades y peligros, san Francisco fue al encuentro del Sultán con  la misma actitud que pedía a sus discípulos: que sin negar su identidad, cuando fueran «entre sarracenos y otros  infieles […] no promuevan disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios».3 

En aquel contexto era un pedido extraordinario. Nos impresiona que ochocientos años atrás Francisco invitara a evitar  toda forma de agresión o contienda y también a vivir un humilde y fraterno “sometimiento”, incluso ante quienes no compartían su fe. 

4. Él no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de Dios. Había entendido que  «Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios» (1 Jn 4,16). De ese modo fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna, porque «sólo el hombre que acepta acercarse a otros seres en su  movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más ellos mismos, se hace realmente padre».4 En aquel mundo plagado de torreones de vigilancia y de murallas protectoras, las ciudades vivían guerras sangrientas entre familias poderosas, al mismo tiempo que crecían las zonas miserables de las periferias excluidas.  Allí Francisco acogió la verdadera paz en su interior, se liberó de todo deseo de dominio sobre los demás, se hizo uno de los últimos y buscó vivir en armonía con todos. Él ha motivado estas páginas. 

5. Las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social han estado siempre entre mis preocupaciones.  Durante los últimos años me he referido a ellas reiteradas veces y en diversos lugares. Quise recoger en esta encíclica muchas de esas intervenciones situándolas en un contexto más amplio de reflexión. Además, si en la redacción de la Laudato si’ tuve una fuente de inspiración en mi hermano Bartolomé, el Patriarca ortodoxo que propuso con mucha fuerza el cuidado de la creación, en este caso me sentí especialmente estimulado por el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb,  con quien me encontré en Abu Dabi para recordar que Dios «ha creado todos los seres humanos iguales en los  derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos».5 No se trató de un mero acto diplomático sino de una reflexión hecha en diálogo y de un compromiso conjunto. Esta encíclica recoge y desarrolla grandes temas planteados en aquel documento que firmamos juntos. También acogí aquí, con mi propio lenguaje, numerosas cartas y documentos con reflexiones que recibí de tantas personas y grupos de todo el mundo. 

Antes de firmar la encíclica el Papa visitó a las Hermanas Clarisas del Protomonasterio de Santa Clara de Asís. Foto: https://twitter.com/francescoassisi

6. Las siguientes páginas no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión  universal, en su apertura a todos. Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las  personas de buena voluntad.  

7. Asimismo, cuando estaba redactando esta carta, irrumpió de manera inesperada la pandemia de Covid-19 que dejó al descubierto nuestras falsas seguridades. Más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países, se  evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar de estar hiperconectados, existía una fragmentación que  volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos. Si alguien cree que sólo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad.  

8. Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar  juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen  juntos».6 Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos. 

CAPÍTULO PRIMERO 

LAS SOMBRAS DE UN MUNDO CERRADO   

9. Sin pretender realizar un análisis exhaustivo ni poner en consideración todos los aspectos de la realidad que  vivimos, propongo sólo estar atentos ante algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la  fraternidad universal. 

SUEÑOS QUE SE ROMPEN EN PEDAZOS 

10. Durante décadas parecía que el mundo había aprendido de tantas guerras y fracasos y se dirigía lentamente hacia  diversas formas de integración. Por ejemplo, avanzó el sueño de una Europa unida, capaz de reconocer raíces  comunes y de alegrarse con la diversidad que la habita. Recordemos «la firme convicción de los Padres fundadores  de la Unión Europea, los cuales deseaban un futuro basado en la capacidad de trabajar juntos para superar las  divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre todos los pueblos del continente».7 También tomó fuerza el  anhelo de una integración latinoamericana y comenzaron a darse algunos pasos. En otros países y regiones hubo intentos de pacificación y acercamientos que lograron frutos y otros que parecían promisorios. 

11. Pero la historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos. En varios países una idea de la  unidad del pueblo y de la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida del  sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales. Lo que nos recuerda que «cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún.  Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han  de ser conquistados cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y  disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos».8 

12. “Abrirse al mundo” es una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas. Se refiere  exclusivamente a la apertura a los intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin  trabas ni complicaciones en todos los países. Los conflictos locales y el desinterés por el bien común son  instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único. Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las naciones, porque «la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos».9 Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses  individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia. Hay más bien mercados, donde las personas  cumplen roles de consumidores o de espectadores. El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes. De este modo la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el “divide y reinarás”. 

El fin de la conciencia histórica 

13. Por eso mismo se alienta también una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Se advierte la  penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de  individualismo sin contenidos. En esta línea se situaba un consejo que di a los jóvenes: «Si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que ella les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que  solamente hagan lo que ella les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que  sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías de distintos colores, que  destruyen —o de-construyen— todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto  necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a  lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha precedido».10 

14. Son las nuevas formas de colonización cultural. No nos olvidemos que «los pueblos que enajenan su tradición, y por manía imitativa, violencia impositiva, imperdonable negligencia o apatía, toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y, finalmente, su independencia ideológica,  económica y política».11 Un modo eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la lucha por la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las grandes palabras. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas  como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción. 

SIN UN PROYECTO PARA TODOS 

15. La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza  constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación. 

Foto: https://twitter.com/francescoassisi

16. En esta pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir,  ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino? Un proyecto con grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio. Aumentan las distancias entre nosotros, y la marcha dura y lenta hacia un mundo unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso. 

17. Cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un  “nosotros” que habita la casa común. Ese cuidado no interesa a los poderes económicos que necesitan un rédito  rápido. Frecuentemente las voces que se levantan para la defensa del medio ambiente son acalladas o ridiculizadas, disfrazando de racionalidad lo que son sólo intereses particulares. En esta cultura que estamos gestando, vacía,  inmediatista y sin un proyecto común, «es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones».12 

El descarte mundial 

18. Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano  digno de vivir sin límites. En el fondo «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—. Nos hemos hecho insensibles a cualquier forma de despilfarro, comenzando por  el de los alimentos, que es uno de los más vergonzosos».13

19. La falta de hijos, que provoca un envejecimiento de las poblaciones, junto con el abandono de los ancianos a una  dolorosa soledad es un modo sutil de expresar que todo termina con nosotros, que sólo cuentan nuestros intereses individuales. Así, «objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos».14 Vimos lo que sucedió con las personas mayores en algunos lugares del mundo a causa del coronavirus. No tenían que morir así. Pero en realidad algo semejante ya había ocurrido a causa de olas de calor y enotras circunstancias: cruelmente descartados. No advertimos que aislar a los ancianos y abandonarlos a cargo de otros sin un adecuado y cercano acompañamiento de la familia, mutila y empobrece a la misma familia. Además, termina privando a los jóvenes de ese necesario contacto con sus raíces y con una sabiduría que la juventud por sí sola no puede alcanzar. 

20. Este descarte se expresa de múltiples maneras, como en la obsesión por reducir los costos laborales, que no  advierte las graves consecuencias que esto ocasiona, porque el desempleo que se produce tiene como efecto directo  expandir las fronteras de la pobreza.15 El descarte, además, asume formas miserables que creíamos superadas, como  el racismo, que se esconde y reaparece una y otra vez. Las expresiones de racismo vuelven a avergonzarnos  demostrando así que los supuestos avances de la sociedad no son tan reales ni están asegurados para siempre. 

21. Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano  integral.16 Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que «nacen nuevas pobrezas».17 Cuando  dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. Porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia. La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las  posibilidades reales de un momento histórico concreto.  

Derechos humanos no suficientemente universales 

22. Muchas veces se percibe que, de hecho, los derechos humanos no son iguales para todos. El respeto de estos  derechos «es condición previa para el mismo desarrollo social y económico de un país. Cuando se respeta la dignidad  del hombre, y sus derechos son reconocidos y tutelados, florece también la creatividad y el ingenio, y la personalidad  humana puede desplegar sus múltiples iniciativas en favor del bien común».18 Pero «observando con atención  nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si  verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, es reconocida,  respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias. En el mundo de hoy persisten numerosas formas de  injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que  no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre. Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra  parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o  violados».19 ¿Qué dice esto acerca de la igualdad de derechos fundada en la misma dignidad humana? 

23. De modo semejante, la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad  que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las  palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje. Es un hecho que «doblemente pobres son las mujeres  que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores  posibilidades de defender sus derechos».20 

Foto: https://twitter.com/francescoassisi

24. Reconozcamos igualmente que, «a pesar de que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para  poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas —niños, hombres y mujeres de todas las edades— privados de su libertad y obligados a  vivir en condiciones similares a la esclavitud. […] Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una  concepción de la persona humana que admite que pueda ser tratada como un objeto. […] La persona humana, creada  a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la  fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin». Las redes  criminales «utilizan hábilmente las modernas tecnologías informáticas para embaucar a jóvenes y niños en todas las  partes del mundo».21 La aberración no tiene límites cuando se somete a mujeres, luego forzadas a abortar. Un acto  abominable que llega incluso al secuestro con el fin de vender sus órganos. Esto convierte a la trata de personas y a  otras formas actuales de esclavitud en un problema mundial que necesita ser tomado en serio por la humanidad en su  conjunto, porque «como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para  derrotar a este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que  conforman la sociedad».22 

Conflicto y miedo 

25. Guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana  se juzgan de diversas maneras según convengan o no a determinados intereses, fundamentalmente económicos. Lo  que es verdad cuando conviene a un poderoso deja de serlo cuando ya no le beneficia. Estas situaciones de violencia  van «multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamar  una “tercera guerra mundial en etapas”».23 

26. Esto no llama la atención si advertimos la ausencia de horizontes que nos congreguen, porque en toda guerra lo  que aparece en ruinas es «el mismo proyecto de fraternidad, inscrito en la vocación de la familia humana», por lo que  «cualquier situación de amenaza alimenta la desconfianza y el repliegue».24 Así, nuestro mundo avanza en una dicotomía sin sentido con la pretensión de «garantizar la estabilidad y la paz en base a una falsa seguridad sustentada  por una mentalidad de miedo y desconfianza».25 

27. Paradójicamente, hay miedos ancestrales que no han sido superados por el desarrollo tecnológico; es más, han  sabido esconderse y potenciarse detrás de nuevas tecnologías. Aún hoy, detrás de la muralla de la antigua ciudad está el abismo, el territorio de lo desconocido, el desierto. Lo que proceda de allí no es confiable porque no es conocido, no es familiar, no pertenece a la aldea. Es el territorio de lo “bárbaro”, del cual hay que defenderse a costa de lo que sea. Por consiguiente, se crean nuevas barreras para la autopreservación, de manera que deja de existir el mundo y únicamente existe “mi” mundo, hasta el punto de que muchos dejan de ser considerados seres humanos con una dignidad inalienable y pasan a ser sólo “ellos”. Reaparece «la tentación de hacer una cultura de muros, de levantar  muros, muros en el corazón, muros en la tierra para evitar este encuentro con otras culturas, con otras personas. Y  cualquiera que levante un muro, quien construya un muro, terminará siendo un esclavo dentro de los muros que ha  construido, sin horizontes. Porque le falta esta alteridad».26 

28. La soledad, los miedos y la inseguridad de tantas personas que se sienten abandonadas por el sistema, hacen que  se vaya creando un terreno fértil para las mafias. Porque ellas se afirman presentándose como “protectoras” de los  olvidados, muchas veces a través de diversas ayudas, mientras persiguen sus intereses criminales. Hay una pedagogía típicamente mafiosa que, con una falsa mística comunitaria, crea lazos de dependencia y de subordinación de los que es muy difícil liberarse. 

El Papa Francisco y el Gran Imán Al Tayyeb en julio de 2019. Foto: Vatican News

0GLOBALIZACIÓN Y PROGRESO SIN UN RUMBO COMÚN 

29. Con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb no ignoramos los avances positivos que se dieron en la ciencia, la tecnología,  la medicina, la industria y el bienestar, sobre todo en los países desarrollados. No obstante, «subrayamos que, junto  a tales progresos históricos, grandes y valiosos, se constata un deterioro de la ética, que condiciona la acción  internacional, y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad. Todo eso contribuye a  que se difunda una sensación general de frustración, de soledad y de desesperación. […] Nacen focos de tensión y se  acumulan armas y municiones, en una situación mundial dominada por la incertidumbre, la desilusión y el miedo al  futuro y controlada por intereses económicos miopes». También señalamos «las fuertes crisis políticas, la injusticia  y la falta de una distribución equitativa de los recursos naturales. […] Con respecto a las crisis que llevan a la muerte  a millones de niños, reducidos ya a esqueletos humanos —a causa de la pobreza y del hambre—, reina un silencio  internacional inaceptable».27 Ante este panorama, si bien nos cautivan muchos avances, no advertimos un rumbo realmente humano. 

30. En el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir  juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y  globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca. Este desengaño que deja atrás los grandes valores  fraternos lleva «a una especie de cinismo. Esta es la tentación que nosotros tenemos delante, si vamos por este camino  de la desilusión o de la decepción. […] El aislamiento y la cerrazón en uno mismo o en los propios intereses jamás  son el camino para devolver esperanza y obrar una renovación, sino que es la cercanía, la cultura del encuentro. El  aislamiento, no; cercanía, sí. Cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí».28 

31. En este mundo que corre sin un rumbo común, se respira una atmósfera donde «la distancia entre la obsesión por  el propio bienestar y la felicidad compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de que se  está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana. […] Porque una cosa es sentirse  obligados a vivir juntos, y otra muy diferente es apreciar la riqueza y la belleza de las semillas de la vida en común  que hay que buscar y cultivar juntos».29 Avanza la tecnología sin pausa, pero «¡qué bonito sería si al crecimiento de  las innovaciones científicas y tecnológicas correspondiera también una equidad y una inclusión social cada vez  mayores! ¡Qué bonito sería que a medida que descubrimos nuevos planetas lejanos, volviéramos a descubrir las  necesidades del hermano o de la hermana en órbita alrededor de mí!».30 

Marzo 2020, inicio de la Pandemia mundial de Covid 19. El Papa Francisco en la Plaza de San Pedro vacía. Foto: Vatican News.

LAS PANDEMIAS Y OTROS FLAGELOS DE LA HISTORIA 

32. Es verdad que una tragedia global como la pandemia de Covid-19 despertó durante un tiempo la consciencia de  ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que  nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos. Por eso dije que «la tempestad desenmascara nuestra  vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras  agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. […] Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos  con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez  más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos».31 

33. El mundo avanzaba de manera implacable hacia una economía que, utilizando los avances tecnológicos,  procuraba reducir los “costos humanos”, y algunos pretendían hacernos creer que bastaba la libertad de mercado para  que todo estuviera asegurado. Pero el golpe duro e inesperado de esta pandemia fuera de control obligó por la fuerza  a volver a pensar en los seres humanos, en todos, más que en el beneficio de algunos. Hoy podemos reconocer que  «nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y  soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado  rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el  gusto y el sabor de la realidad».32 El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que  despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la  organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia. 

34. Si todo está conectado, es difícil pensar que este desastre mundial no tenga relación con nuestro modo de enfrentar  la realidad, pretendiendo ser señores absolutos de la propia vida y de todo lo que existe. No quiero decir que se trata de una suerte de castigo divino. Tampoco bastaría afirmar que el daño causado a la naturaleza termina cobrándose  nuestros atropellos. Es la realidad misma que gime y se rebela. Viene a la mente el célebre verso del poeta Virgilio que evoca las lágrimas de las cosas o de la historia.33 

35. Pero olvidamos rápidamente las lecciones de la historia, «maestra de vida».34 Pasada la crisis sanitaria, la peor  reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino sólo un “nosotros”. Ojalá no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender. Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de  respiradores, en parte como resultado de sistemas de salud desmantelados año tras año. Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos  debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado. 

Foto: BBC.com

36. Si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual  destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced  de la náusea y el vacío. Además, no se debería ignorar ingenuamente que «la obsesión por un estilo de vida  consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción  recíproca».35 El “sálvese quien pueda” se traducirá rápidamente en el “todos contra todos”, y eso será peor que una  pandemia. 

SIN DIGNIDAD HUMANA EN LAS FRONTERAS 

37. Tanto desde algunos regímenes políticos populistas como desde planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes. Al mismo tiempo se argumenta que conviene limitar  la ayuda a los países pobres, de modo que toquen fondo y decidan tomar medidas de austeridad. No se advierte que, detrás de estas afirmaciones abstractas difíciles de sostener, hay muchas vidas que se desgarran. Muchos escapan de la guerra, de persecuciones, de catástrofes naturales. Otros, con todo derecho, «buscan oportunidades para ellos y  para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad».36 

38. Lamentablemente, otros son «atraídos por la cultura occidental, a veces con expectativas poco realistas que los  exponen a grandes desilusiones. Traficantes sin escrúpulos, a menudo vinculados a los cárteles de la droga y de las  armas, explotan la situación de debilidad de los inmigrantes, que a lo largo de su viaje con demasiada frecuencia  experimentan la violencia, la trata de personas, el abuso psicológico y físico, y sufrimientos indescriptibles».37 Los que emigran «tienen que separarse de su propio contexto de origen y con frecuencia viven un desarraigo cultural y  religioso. La fractura también concierne a las comunidades de origen, que pierden a los elementos más vigorosos y emprendedores, y a las familias, en particular cuando emigra uno de los padres o ambos, dejando a los hijos en el  país de origen».38 Por consiguiente, también «hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra».39 

Migrantes y refugiados. Foto: France24.

39. Para colmo «en algunos países de llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo  fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada  sobre sí misma».40 Los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como  cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona. Por lo tanto, deben ser  «protagonistas de su propio rescate».41 Nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos. Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona  humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno.  

40. «Las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo».42 Pero hoy están afectadas por una «pérdida de ese “sentido de la responsabilidad fraterna”, sobre el que se basa toda sociedad civil».43 Europa, por  ejemplo, corre serios riesgos de ir por esa senda. Sin embargo, «inspirándose en su gran patrimonio cultural y  religioso, tiene los instrumentos necesarios para defender la centralidad de la persona humana y encontrar un justo  equilibrio entre el deber moral de tutelar los derechos de sus ciudadanos, por una parte, y, por otra, el de garantizar  la asistencia y la acogida de los emigrantes».44 

41. Comprendo que ante las personas migrantes algunos tengan dudas y sientan temores. Lo entiendo como parte del instinto natural de autodefensa. Pero también es verdad que una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros. Invito a ir más allá de esas reacciones primarias, porque  «el problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de  convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas. El miedo nos priva así del  deseo y de la capacidad de encuentro con el otro».45 

LA ILUSIÓN DE LA COMUNICACIÓN 

42. Paradójicamente, mientras se desarrollan actitudes cerradas e intolerantes que nos clausuran ante los otros, se  acortan o desaparecen las distancias hasta el punto de que deja de existir el derecho a la intimidad. Todo se convierte  en una especie de espectáculo que puede ser espiado, vigilado, y la vida se expone a un control constante. En la  comunicación digital se quiere mostrar todo y cada individuo se convierte en objeto de miradas que hurgan, desnudan  y divulgan, frecuentemente de manera anónima. El respeto al otro se hace pedazos y, de esa manera, al mismo tiempo que lo desplazo, lo ignoro y lo mantengo lejos, sin pudor alguno puedo invadir su vida hasta el extremo.  

43. Por otra parte, los movimientos digitales de odio y destrucción no constituyen —como algunos pretenden hacer  creer— una forma adecuada de cuidado grupal, sino meras asociaciones contra un enemigo. En cambio, «los medios  de comunicación digitales pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de  contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas».46 Hacen  falta gestos físicos, expresiones del rostro, silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana. Las relaciones digitales,  que eximen del laborioso cultivo de una amistad, de una reciprocidad estable, e incluso de un consenso que madura con el tiempo, tienen apariencia de sociabilidad. No construyen verdaderamente un “nosotros” sino que suelen  disimular y amplificar el mismo individualismo que se expresa en la xenofobia y en el desprecio de los débiles. La  conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad. 

Agresividad sin pudor 

44. Al mismo tiempo que las personas preservan su aislamiento consumista y cómodo, eligen una vinculación  constante y febril. Esto favorece la ebullición de formas insólitas de agresividad, de insultos, maltratos,  descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la figura del otro, en un desenfreno que no podría existir en el  contacto cuerpo a cuerpo sin que termináramos destruyéndonos entre todos. La agresividad social encuentra en los  dispositivos móviles y ordenadores un espacio de ampliación sin igual. 

45. Ello ha permitido que las ideologías pierdan todo pudor. Lo que hasta hace pocos años no podía ser dicho por  alguien sin el riesgo de perder el respeto de todo el mundo, hoy puede ser expresado con toda crudeza aún por algunas autoridades políticas y permanecer impune. No cabe ignorar que «en el mundo digital están en juego ingentes  intereses económicos, capaces de realizar formas de control tan sutiles como invasivas, creando mecanismos de  manipulación de las conciencias y del proceso democrático. El funcionamiento de muchas plataformas a menudo  acaba por favorecer el encuentro entre personas que piensan del mismo modo, obstaculizando la confrontación entre  las diferencias. Estos circuitos cerrados facilitan la difusión de informaciones y noticias falsas, fomentando prejuicios  y odios».47 

46. Conviene reconocer que los fanatismos que llevan a destruir a otros son protagonizados también por personas  religiosas, sin excluir a los cristianos, que «pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital. Aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena».48 ¿Qué se aporta así a la fraternidad que el Padre común nos propone? 

Foto: https://twitter.com/francescoassisi

Información sin sabiduría 

47. La verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad. Pero hoy todo se puede producir, disimular, alterar.  Esto hace que el encuentro directo con los límites de la realidad se vuelva intolerable. Como consecuencia, se opera un mecanismo de “selección” y se crea el hábito de separar inmediatamente lo que me gusta de lo que no me gusta, lo atractivo de lo feo. Con la misma lógica se eligen las personas con las que uno decide compartir el mundo. Así las personas o situaciones que herían nuestra sensibilidad o nos provocaban desagrado hoy sencillamente son eliminadas en las redes virtuales, construyendo un círculo virtual que nos aísla del entorno en el que vivimos. 

48. El sentarse a escuchar a otro, característico de un encuentro humano, es un paradigma de actitud receptiva, de  quien supera el narcisismo y recibe al otro, le presta atención, lo acoge en el propio círculo. Pero «el mundo de hoy  es en su mayoría un mundo sordo. […] A veces la velocidad del mundo moderno, lo frenético nos impide escuchar  bien lo que dice otra persona. Y cuando está a la mitad de su diálogo, ya lo interrumpimos y le queremos contestar  cuando todavía no terminó de decir. No hay que perder la capacidad de escucha». San Francisco de Asís «escuchó la voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza. Y todo eso lo transforma en un estilo de vida. Deseo que la semilla de san Francisco crezca en tantos corazones».49 

49. Al desaparecer el silencio y la escucha, convirtiendo todo en tecleos y mensajes rápidos y ansiosos, se pone en  riesgo esta estructura básica de una sabia comunicación humana. Se crea un nuevo estilo de vida donde uno construy lo que quiere tener delante, excluyendo todo aquello que no se pueda controlar o conocer superficial e  instantáneamente. Esta dinámica, por su lógica intrínseca, impide la reflexión serena que podría llevarnos a una  sabiduría común.  

50. Podemos buscar juntos la verdad en el diálogo, en la conversación reposada o en la discusión apasionada. Es un  camino perseverante, hecho también de silencios y de sufrimientos, capaz de recoger con paciencia la larga  experiencia de las personas y de los pueblos. El cúmulo abrumador de información que nos inunda no significa más  sabiduría. La sabiduría no se fabrica con búsquedas ansiosas por internet, ni es una sumatoria de información cuya veracidad no está asegurada. De ese modo no se madura en el encuentro con la verdad. Las conversaciones finalmente sólo giran en torno a los últimos datos, son meramente horizontales y acumulativas. Pero no se presta una detenida atención y no se penetra en el corazón de la vida, no se reconoce lo que es esencial para darle un sentido a la existencia.  Así, la libertad es una ilusión que nos venden y que se confunde con la libertad de navegar frente a una pantalla. El problema es que un camino de fraternidad, local y universal, sólo puede ser recorrido por espíritus libres y dispuestos  a encuentros reales. 

SOMETIMIENTOS Y AUTODESPRECIOS 

51. Algunos países exitosos desde el punto de vista económico son presentados como modelos culturales para los  países poco desarrollados, en lugar de procurar que cada uno crezca con su estilo propio, para que desarrolle sus  capacidades de innovar desde los valores de su cultura. Esta nostalgia superficial y triste, que lleva a copiar y comprar en lugar de crear, da espacio a una autoestima nacional muy baja. En los sectores acomodados de muchos países pobres, y a veces en quienes han logrado salir de la pobreza, se advierte la incapacidad de aceptar características y  procesos propios, cayendo en un menosprecio de la propia identidad cultural como si fuera la única causa de los  males. 

52. Destrozar la autoestima de alguien es una manera fácil de dominarlo. Detrás de estas tendencias que buscan  homogeneizar el mundo, afloran intereses de poder que se benefician del bajo aprecio de sí, al tiempo que, a través  de los medios y de las redes se intenta crear una nueva cultura al servicio de los más poderosos. Esto es aprovechado por el ventajismo de la especulación financiera y la expoliación, donde los pobres son los que siempre pierden. Por otra parte, ignorar la cultura de un pueblo hace que muchos líderes políticos no logren implementar un proyecto eficiente que pueda ser libremente asumido y sostenido en el tiempo. 

53. Se olvida que «no existe peor alienación que experimentar que no se tienen raíces, que no se pertenece a nadie.  Una tierra será fecunda, un pueblo dará fruto, y podrá engendrar el día de mañana sólo en la medida que genere  relaciones de pertenencia entre sus miembros, que cree lazos de integración entre las generaciones y las distintas  comunidades que la conforman; y también en la medida que rompa los círculos que aturden los sentidos alejándonos  cada vez más los unos de los otros».50 

Médicos y enfermeras exhaustos en plena pandemia. Foto: El Universo.com

Esperanza 

54. A pesar de estas sombras densas que no conviene ignorar, en las próximas páginas quiero hacerme eco de tantos caminos de esperanza. Porque Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien. La reciente pandemia nos  permitió rescatar y valorizar a tantos compañeros y compañeras de viaje que, en el miedo, reaccionaron donando la  propia vida. Fuimos capaces de reconocer cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes que,  sin lugar a dudas, escribieron los acontecimientos decisivos de nuestra historia compartida: médicos, enfermeros y  enfermeras, farmacéuticos, empleados de los supermercados, personal de limpieza, cuidadores, transportistas, hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad, voluntarios, sacerdotes,  religiosas… comprendieron que nadie se salva solo.51 

55. Invito a la esperanza, que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano,  independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una  sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón  y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan  el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna».52 Caminemos en esperanza. 

CAPÍTULO SEGUNDO

UN EXTRAÑO EN EL CAMINO

56. Todo lo que mencioné en el capítulo anterior es más que una aséptica descripción de la realidad, ya que «los  gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de  cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay  verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón».53 En el intento de buscar una luz en medio de lo que  estamos viviendo, y antes de plantear algunas líneas de acción, propongo dedicar un capítulo a una parábola dicha  por Jesucristo hace dos mil años. Porque, si bien esta carta está dirigida a todas las personas de buena voluntad, más  allá de sus convicciones religiosas, la parábola se expresa de tal manera que cualquiera de nosotros puede dejarse  interpelar por ella.  

«Un maestro de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué debo hacer para  heredar la vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?”. Él le  respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu  mente, y al prójimo como a ti mismo”. Entonces Jesús le dijo: “Has respondido bien; pero ahora practícalo y  vivirás”. El maestro de la Ley, queriendo justificarse, le volvió a preguntar: “¿Quién es mi prójimo?”. Jesús tomó 

la palabra y dijo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, quienes, después de  despojarlo de todo y herirlo, se fueron, dejándolo por muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el mismo  camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al mismo lugar, dio un rodeo y pasó de  largo. En cambio, un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente, se acercó y le vendó sus heridas, curándolas con aceite y vino. Después lo cargó sobre su propia  cabalgadura, lo llevó a un albergue y se quedó cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al dueño del albergue dos  monedas de plata y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi regreso’. ¿Cuál de estos tres te parece  que se comportó como prójimo del hombre que cayó en manos de los ladrones?” El maestro de la Ley respondió:  “El que lo trató con misericordia”. Entonces Jesús le dijo: “Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,25-37). 

El trasfondo

57. Esta parábola recoge un trasfondo de siglos. Poco después de la narración de la creación del mundo y del ser  humano, la Biblia plantea el desafío de las relaciones entre nosotros. Caín destruye a su hermano Abel, y resuena la  pregunta de Dios: «¿Dónde está tu hermano Abel?» (Gn 4,9). La respuesta es la misma que frecuentemente damos  nosotros: «¿Acaso yo soy guardián de mi hermano?» (ibíd.). Al preguntar, Dios cuestiona todo tipo de determinismo  o fatalismo que pretenda justificar la indiferencia como única respuesta posible. Nos habilita, por el contrario, a crear una cultura diferente que nos oriente a superar las enemistades y a cuidarnos unos a otros. 

58. El libro de Job acude al hecho de tener un mismo Creador como base para sostener algunos derechos comunes:  «¿Acaso el que me formó en el vientre no lo formó también a él y nos modeló del mismo modo en la matriz?» (31,15).  Muchos siglos después, san Ireneo lo expresará con la imagen de la melodía: «El amante de la verdad no debe dejarse engañar por el intervalo particular de cada tono, ni suponer un creador para uno y otro para otro […], sino uno solo».54 

59. En las tradiciones judías, el imperativo de amar y cuidar al otro parecía restringirse a las relaciones entre los  miembros de una misma nación. El antiguo precepto «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18) se entendía  ordinariamente como referido a los connacionales. Sin embargo, especialmente en el judaísmo que se desarrolló fuera  de la tierra de Israel, los confines se fueron ampliando. Apareció la invitación a no hacer a los otros lo que no quieres que te hagan (cf. Tb 4,15). El sabio Hillel (siglo I a. C.) decía al respecto: «Esto es la Ley y los Profetas. Todo lo demás es comentario».55 El deseo de imitar las actitudes divinas llevó a superar aquella tendencia a limitarse a los más cercanos: «La misericordia de cada persona se extiende a su prójimo, pero la misericordia del Señor alcanza a  todos los vivientes» (Si 18,13). 

La Trinidad (Rublev, 1442), ícono de la Hospitalidad.

60. En el Nuevo Testamento, el precepto de Hillel se expresó de modo positivo: «Traten en todo a los demás como  ustedes quieran ser tratados, porque en esto consisten la Ley y los Profetas» (Mt 7,12). Este llamado es universal,  tiende a abarcar a todos, sólo por su condición humana, porque el Altísimo, el Padre celestial «hace salir el sol sobre  malos y buenos» (Mt 5,45). Como consecuencia se reclama: «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es  misericordioso» (Lc 6,36). 

61. Hay una motivación para ampliar el corazón de manera que no excluya al extranjero, que puede encontrarse ya  en los textos más antiguos de la Biblia. Se debe al constante recuerdo del pueblo judío de haber vivido como forastero en Egipto: 

«No maltratarás ni oprimirás al migrante que reside en tu territorio, porque ustedes fueron migrantes en el país de  Egipto» (Ex 22,20). 

«No oprimas al migrante: ustedes saben lo que es ser migrante, porque fueron migrantes en el país de Egipto» (Ex  23,9). 

«Si un migrante viene a residir entre ustedes, en su tierra, no lo opriman. El migrante residente será para ustedes  como el compatriota; lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron migrantes en el país de Egipto» (Lv 19,33- 34). 

«Si cosechas tu viña, no vuelvas a por más uvas. Serán para el migrante, el huérfano y la viuda. Recuerda que fuiste  esclavo en el país de Egipto» (Dt 24,21-22). 

En el Nuevo Testamento resuena con fuerza el llamado al amor fraterno: 

«Toda la Ley alcanza su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14). 

«Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está y camina en  las tinieblas» (1 Jn 2,10-11).  

«Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama  permanece en la muerte» (1 Jn 3,14). 

«Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn 4,20). 

62. Aun esta propuesta de amor podía entenderse mal. Por algo, frente a la tentación de las primeras comunidades  cristianas de crear grupos cerrados y aislados, san Pablo exhortaba a sus discípulos a tener caridad entre ellos «y con todos» (1 Ts 3,12), y en la comunidad de Juan se pedía que los hermanos fueran bien recibidos, «incluso los que están  de paso» (3 Jn 5). Este contexto ayuda a comprender el valor de la parábola del buen samaritano: al amor no le  importa si el hermano herido es de aquí o es de allá. Porque es el «amor que rompe las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes; amor que nos permite construir una gran familia donde todos podamos sentirnos en casa.  […] Amor que sabe de compasión y de dignidad».56 

El abandonado

63. Jesús cuenta que había un hombre herido, tirado en el camino, que había sido asaltado. Pasaron varios a su lado  pero huyeron, no se detuvieron. Eran personas con funciones importantes en la sociedad, que no tenían en el corazón  el amor por el bien común. No fueron capaces de perder unos minutos para atender al herido o al menos para buscar  ayuda. Uno se detuvo, le regaló cercanía, lo curó con sus propias manos, puso también dinero de su bolsillo y se  ocupó de él. Sobre todo, le dio algo que en este mundo ansioso retaceamos tanto: le dio su tiempo. Seguramente él  tenía sus planes para aprovechar aquel día según sus necesidades, compromisos o deseos. Pero fue capaz de dejar  todo a un lado ante el herido, y sin conocerlo lo consideró digno de dedicarle su tiempo. 

64. ¿Con quién te identificas? Esta pregunta es cruda, directa y determinante. ¿A cuál de ellos te pareces? Nos hace  falta reconocer la tentación que nos circunda de desentendernos de los demás; especialmente de los más débiles.  Digámoslo, hemos crecido en muchos aspectos, aunque somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más  frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente. 

65. Asaltan a una persona en la calle, y muchos escapan como si no hubieran visto nada. Frecuentemente hay personas que atropellan a alguien con su automóvil y huyen. Sólo les importa evitar problemas, no les interesa si un ser humano se muere por su culpa. Pero estos son signos de un estilo de vida generalizado, que se manifiesta de diversas maneras, quizás más sutiles. Además, como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor. 

66. Mejor no caer en esa miseria. Miremos el modelo del buen samaritano. Es un texto que nos invita a que resurja  nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social. Es un llamado siempre nuevo, aunque está escrito como ley fundamental de nuestro ser: que la sociedad se encamine a la prosecución del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y social, su  tejido de relaciones, su proyecto humano. Con sus gestos, el buen samaritano reflejó que «la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro».57 

67. Esta parábola es un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar  para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen  samaritano. Toda otra opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al lado de los que pasan de largo, sin  compadecerse del dolor del hombre herido en el camino. La parábola nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer  una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común.  Al mismo tiempo, la parábola nos advierte sobre ciertas actitudes de personas que sólo se miran a sí mismas y no se  hacen cargo de las exigencias ineludibles de la realidad humana. 

68. El relato, digámoslo claramente, no desliza una enseñanza de ideales abstractos, ni se circunscribe a la  funcionalidad de una moraleja ético-social. Nos revela una característica esencial del ser humano, tantas veces  olvidada: hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir  indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad. 

Una historia que se repite 

69. La narración es sencilla y lineal, pero tiene toda la dinámica de esa lucha interna que se da en la elaboración de  nuestra identidad, en toda existencia lanzada al camino para realizar la fraternidad humana. Puestos en camino nos  chocamos, indefectiblemente, con el hombre herido. Hoy, y cada vez más, hay heridos. La inclusión o la exclusión  de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos.  Enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo. Y si  extendemos la mirada a la totalidad de nuestra historia y a lo ancho y largo del mundo, todos somos o hemos sido  como estos personajes: todos tenemos algo de herido, algo de salteador, algo de los que pasan de largo y algo del  buen samaritano. 

70. Es notable cómo las diferencias de los personajes del relato quedan totalmente transformadas al confrontarse con  la dolorosa manifestación del caído, del humillado. Ya no hay distinción entre habitante de Judea y habitante de  Samaría, no hay sacerdote ni comerciante; simplemente hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor  y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso. En  efecto, nuestras múltiples máscaras, nuestras etiquetas y nuestros disfraces se caen: es la hora de la verdad. ¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos para cargarnos al hombro unos a otros?  

Este es el desafío presente, al que no hemos de tenerle miedo. En los momentos de crisis la opción se vuelve acuciante:  podríamos decir que, en este momento, todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido. 

71. La historia del buen samaritano se repite: se torna cada vez más visible que la desidia social y política hace de  muchos lugares de nuestro mundo un camino desolado, donde las disputas internas e internacionales y los saqueos  de oportunidades dejan a tantos marginados, tirados a un costado del camino. En su parábola, Jesús no plantea vías  alternativas, como ¿qué hubiera sido de aquel malherido o del que lo ayudó, si la ira o la sed de venganza hubieran  ganado espacio en sus corazones? Él confía en lo mejor del espíritu humano y con la parábola lo alienta a que se  adhiera al amor, reintegre al dolido y construya una sociedad digna de tal nombre. 

Los personajes

72. La parábola comienza con los salteadores. El punto de partida que elige Jesús es un asalto ya consumado. No  hace que nos detengamos a lamentar el hecho, no dirige nuestra mirada hacia los salteadores. Los conocemos. Hemos visto avanzar en el mundo las densas sombras del abandono, de la violencia utilizada con mezquinos intereses de poder, acumulación y división. La pregunta podría ser: ¿Dejaremos tirado al que está lastimado para correr cada uno a guarecerse de la violencia o a perseguir a los ladrones? ¿Será el herido la justificación de nuestras divisiones irreconciliables, de nuestras indiferencias crueles, de nuestros enfrentamientos internos? 

73. Luego la parábola nos hace poner la mirada claramente en los que pasan de largo. Esta peligrosa indiferencia de  no detenerse, inocente o no, producto del desprecio o de una triste distracción, hace de los personajes del sacerdote y  del levita un no menos triste reflejo de esa distancia cercenadora que se pone frente a la realidad. Hay muchas maneras de pasar de largo que se complementan: una es ensimismarse, desentenderse de los demás, ser indiferentes. Otra sería sólo mirar hacia afuera. Respecto a esta última manera de pasar de largo, en algunos países, o en ciertos sectores de estos, hay un desprecio de los pobres y de su cultura, y un vivir con la mirada puesta hacia fuera, como si un proyecto de país importado intentara forzar su lugar. Así se puede justificar la indiferencia de algunos, porque aquellos que  podrían tocarles el corazón con sus reclamos simplemente no existen. Están fuera de su horizonte de intereses. 

74. En los que pasan de largo hay un detalle que no podemos ignorar; eran personas religiosas. Es más, se dedicaban  a dar culto a Dios: un sacerdote y un levita. Esto es un fuerte llamado de atención, indica que el hecho de creer en  Dios y de adorarlo no garantiza vivir como a Dios le agrada. Una persona de fe puede no ser fiel a todo lo que esa  misma fe le reclama, y sin embargo puede sentirse cerca de Dios y creerse con más dignidad que los demás. Pero hay  maneras de vivir la fe que facilitan la apertura del corazón a los hermanos, y esa será la garantía de una auténtica  apertura a Dios. San Juan Crisóstomo llegó a expresar con mucha claridad este desafío que se plantea a los cristianos:  «¿Desean honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecien cuando lo contemplen desnudo […], ni lo honren aquí, en el  templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonan en su frío y desnudez».58 La paradoja es que a veces, quienes  dicen no creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes. 

75. Los “salteadores del camino” suelen tener como aliados secretos a los que “pasan por el camino mirando a otro  lado”. Se cierra el círculo entre los que usan y engañan a la sociedad para esquilmarla, y los que creen mantener la  pureza en su función crítica, pero al mismo tiempo viven de ese sistema y de sus recursos. Hay una triste hipocresía cuando la impunidad del delito, del uso de las instituciones para el provecho personal o corporativo y otros males  que no logramos desterrar, se unen a una permanente descalificación de todo, a la constante siembra de sospecha que  hace cundir la desconfianza y la perplejidad. El engaño del “todo está mal” es respondido con un “nadie puede  arreglarlo”, “¿qué puedo hacer yo?”. De esta manera, se nutre el desencanto y la desesperanza, y eso no alienta un  espíritu de solidaridad y de generosidad. Hundir a un pueblo en el desaliento es el cierre de un círculo perverso  perfecto: así obra la dictadura invisible de los verdaderos intereses ocultos, que se adueñaron de los recursos y de la  capacidad de opinar y pensar. 

76. Miremos finalmente al hombre herido. A veces nos sentimos como él, malheridos y tirados al costado del camino.  Nos sentimos también desamparados por nuestras instituciones desarmadas y desprovistas, o dirigidas al servicio de los intereses de unos pocos, de afuera y de adentro. Porque «en la sociedad globalizada, existe un estilo elegante de  mirar para otro lado que se practica recurrentemente: bajo el ropaje de lo políticamente correcto o las modas  ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso se adopta un discurso en apariencia  tolerante y repleto de eufemismos».59 

Recomenzar 

77. Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos  gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y  transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante  la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el  dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos. Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo  falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de  integrar, de levantar al caído; aunque muchas veces nos veamos inmersos y condenados a repetir la lógica de los  violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la mentira. Que otros sigan pensando  en la política o en la economía para sus juegos de poder. Alimentemos lo bueno y pongámonos al servicio del bien.  

78. Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria  y del mundo, con el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido. Busquemos a otros y  hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo  bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano. Las dificultades que parecen enormes son la oportunidad  para crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que favorece el sometimiento. Pero no lo hagamos solos,  individualmente. El samaritano buscó a un hospedero que pudiera cuidar de aquel hombre, como nosotros estamos  invitados a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades; recordemos que «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas».60 Renunciemos a la  mezquindad y al resentimiento de los internismos estériles, de los enfrentamientos sin fin. Dejemos de ocultar el dolor de las pérdidas y hagámonos cargo de nuestros crímenes, desidias y mentiras. La reconciliación reparadora nos resucitará, y nos hará perder el miedo a nosotros mismos y a los demás.  

79. El samaritano del camino se fue sin esperar reconocimientos ni gratitudes. La entrega al servicio era la gran  satisfacción frente a su Dios y a su vida, y por eso, un deber. Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es  el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño  y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano. 

EL PRÓJIMO SIN FRONTERAS 

80. Jesús propuso esta parábola para responder a una pregunta: ¿Quién es mi prójimo? La palabra “prójimo” en la  sociedad de la época de Jesús solía indicar al que es más cercano, próximo. Se entendía que la ayuda debía dirigirse  en primer lugar al que pertenece al propio grupo, a la propia raza. Un samaritano, para algunos judíos de aquella época, era considerado un ser despreciable, impuro, y por lo tanto no se lo incluía dentro de los seres cercanos a quienes se debía ayudar. El judío Jesús transforma completamente este planteamiento: no nos invita a preguntarnos quiénes son los que están cerca de nosotros, sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos. 

81. La propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido. Para volverse cercano y presente, atravesó todas las barreras culturales e históricas. La conclusión de Jesús es un pedido: «Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,37). Es decir, nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces, ya no digo que tengo “prójimos” a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a  volverme yo un prójimo de los otros. 

82. El problema es que Jesús destaca, a propósito, que el hombre herido era un judío —habitante de Judea— mientras quien se detuvo y lo auxilió era un samaritano —habitante de Samaría—. Este detalle tiene una importancia excepcional para reflexionar sobre un amor que se abre a todos. Los samaritanos habitaban una región que había sido contagiada por ritos paganos, y para los judíos esto los volvía impuros, detestables, peligrosos. De hecho, un antiguo texto judío que menciona a naciones odiadas, se refiere a Samaría afirmando además que «ni siquiera es una nación» (Si 50,25), y agrega que es «el pueblo necio que reside en Siquén» (v. 26). 

83. Esto explica por qué una mujer samaritana, cuando Jesús le pidió de beber, respondió enfáticamente: «¿Cómo tú,  siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Jn 4,9). Quienes buscaban acusaciones que  pudieran desacreditar a Jesús, lo más ofensivo que encontraron fue decirle «endemoniado» y «samaritano» (Jn 8,48).  Por lo tanto, este encuentro misericordioso entre un samaritano y un judío es una potente interpelación, que desmiente toda manipulación ideológica, para que ampliemos nuestro círculo, para que demos a nuestra capacidad de amar una  dimensión universal capaz de traspasar todos los prejuicios, todas las barreras históricas o culturales, todos los  intereses mezquinos. 

LA INTERPELACIÓN DEL FORASTERO 

84. Finalmente, recuerdo que en otra parte del Evangelio Jesús dice: «Fui forastero y me recibieron» (Mt 25,35).  Jesús podía decir esas palabras porque tenía un corazón abierto que hacía suyos los dramas de los demás. San Pablo  exhortaba: «Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran» (Rm 12,15). Cuando el corazón asume  esa actitud, es capaz de identificarse con el otro sin importarle dónde ha nacido o de dónde viene. Al entrar en esta  dinámica, en definitiva experimenta que los demás son «su propia carne» (Is 58,7). 

85. Para los cristianos, las palabras de Jesús tienen también otra dimensión trascendente; implican reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido (cf. Mt 25,40.45). En realidad, la fe colma de motivaciones inauditas el reconocimiento del otro, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor  infinito y que «con ello le confiere una dignidad infinita».61 A esto se agrega que creemos que Cristo derramó su sangre por todos y cada uno, por lo cual nadie queda fuera de su amor universal. Y si vamos a la fuente última, que es la vida íntima de Dios, nos encontramos con una comunidad de tres Personas, origen y modelo perfecto de toda vida en común. La teología continúa enriqueciéndose gracias a la reflexión sobre esta gran verdad. 

86. A veces me asombra que, con semejantes motivaciones, a la Iglesia le haya llevado tanto tiempo condenar  contundentemente la esclavitud y diversas formas de violencia. Hoy, con el desarrollo de la espiritualidad y de la  teología, no tenemos excusas. Sin embargo, todavía hay quienes parecen sentirse alentados o al menos autorizados  por su fe para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios e  incluso maltratos hacia los que son diferentes. La fe, con el humanismo que encierra, debe mantener vivo un sentido  crítico frente a estas tendencias, y ayudar a reaccionar rápidamente cuando comienzan a insinuarse. Para ello es  importante que la catequesis y la predicación incluyan de modo más directo y claro el sentido social de la existencia,  la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las  motivaciones para amar y acoger a todos.

CAPÍTULO TERCERO 

PENSAR Y GESTAR UN MUNDO ABIERTO 

87. Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud «si no  es en la entrega sincera de sí mismo a los demás».62 Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es  en el encuentro con los otros: «Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con  el otro».63 Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque «la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad;  y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el  contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes  prevalece la muerte».64 

MÁS ALLÁ 

88. Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí  misma hacia el otro.65 Hechos para el amor, hay en cada uno de nosotros «una ley de éxtasis: salir de sí mismo para  hallar en otro un crecimiento de su ser».66 Por ello «en cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo».67

89. Pero no puedo reducir mi vida a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a mi propia familia, porque es  imposible entenderme sin un tejido más amplio de relaciones: no sólo el actual sino también el que me precede y me  fue configurando a lo largo de mi vida. Mi relación con una persona que aprecio no puede ignorar que esa persona  no vive sólo por su relación conmigo, ni yo vivo sólo por mi referencia a ella. Nuestra relación, si es sana y verdadera,  nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen. El más noble sentido social hoy fácilmente queda anulado detrás de intimismos egoístas con apariencia de relaciones intensas. En cambio, el amor que es auténtico, que ayuda a crecer, y las formas más nobles de la amistad, residen en corazones que se dejan completar. La pareja y el amigo son para  abrir el corazón en círculos, para volvernos capaces de salir de nosotros mismos hasta acoger a todos. Los grupos cerrados y las parejas autorreferenciales, que se constituyen en un “nosotros” contra todo el mundo, suelen ser formas idealizadas de egoísmo y de mera autopreservación. 

90. Por algo muchas pequeñas poblaciones que sobrevivían en zonas desérticas desarrollaron una generosa capacidad  de acogida ante los peregrinos que pasaban, y acuñaron el sagrado deber de la hospitalidad. Lo vivieron también las comunidades monásticas medievales, como se advierte en la Regla de san Benito. Aunque pudiera desestructurar el orden y el silencio de los monasterios, Benito reclamaba que a los pobres y peregrinos se los tratara «con el máximo  cuidado y solicitud».68 La hospitalidad es un modo concreto de no privarse de este desafío y de este don que es el encuentro con la humanidad más allá del propio grupo. Aquellas personas percibían que todos los valores que podían cultivar debían estar acompañados por esta capacidad de trascenderse en una apertura a los otros. 

El valor único del amor 

91. Las personas pueden desarrollar algunas actitudes que presentan como valores morales: fortaleza, sobriedad,  laboriosidad y otras virtudes. Pero para orientar adecuadamente los actos de las distintas virtudes morales, es  

necesario considerar también en qué medida estos realizan un dinamismo de apertura y unión hacia otras personas.  Ese dinamismo es la caridad que Dios infunde. De otro modo, quizás tendremos sólo apariencia de virtudes, que  serán incapaces de construir la vida en común. Por ello decía santo Tomás de Aquino —citando a san Agustín— que  la templanza de una persona avara ni siquiera es virtuosa.69 San Buenaventura, con otras palabras, explicaba que las otras virtudes, sin la caridad, estrictamente no cumplen los mandamientos «como Dios los entiende».70 

92. La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es «el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana».71 Sin embargo, hay creyentes que piensan que su  grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes  demostraciones de fortaleza. Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca  debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (cf. 1 Co 13,1-13).  

93. En un intento de precisar en qué consiste la experiencia de amar que Dios hace posible con su gracia, santo Tomás  de Aquino la explicaba como un movimiento que centra la atención en el otro «considerándolo como uno consigo».72 La atención afectiva que se presta al otro, provoca una orientación a buscar su bien gratuitamente. Todo esto parte de  un aprecio, de una valoración, que en definitiva es lo que está detrás de la palabra “caridad”: el ser amado es “caro”  para mí, es decir, «es estimado como de alto valor».73 Y «del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende  que le dé algo gratis».74 

94. El amor implica entonces algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que  inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.  

LA CRECIENTE APERTURA DEL AMOR 

95. El amor nos pone finalmente en tensión hacia la comunión universal. Nadie madura ni alcanza su plenitud  aislándose. Por su propia dinámica, el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros, en  una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua. Jesús nos  decía: «Todos ustedes son hermanos» (Mt 23,8). 

96. Esta necesidad de ir más allá de los propios límites vale también para las distintas regiones y países. De hecho,  «el número cada vez mayor de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace  más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra […] comparten un destino común. En los dinamismos de la historia, a pesar de la diversidad de etnias, sociedades y culturas, vemos sembrada la vocación de formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros».75 

Sociedades abiertas que integran a todos 

97. Hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un  aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Es la capacidad cotidiana de ampliar mi círculo, de llegar a aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca de mí. Por otra parte, cada hermana y hermano que sufre, abandonado o ignorado por mi sociedad es un forastero existencial, aunque haya nacido en el mismo país. Puede ser un ciudadano con todos los papeles, pero lo hacen sentir como un extranjero en su propia tierra. El racismo es un virus que muta fácilmente y en lugar de desaparecer se  disimula, pero está siempre al acecho. 

98. Quiero recordar a esos “exiliados ocultos” que son tratados como cuerpos extraños en la sociedad.76 Muchas  personas con discapacidad «sienten que existen sin pertenecer y sin participar». Hay todavía mucho «que les impide  tener una ciudadanía plena». El objetivo no es sólo cuidarlos, sino «que participen activamente en la comunidad civil  y eclesial. Es un camino exigente y también fatigoso, que contribuirá cada vez más a la formación de conciencias  capaces de reconocer a cada individuo como una persona única e irrepetible». Igualmente pienso en «los ancianos, que, también por su discapacidad, a veces se sienten como una carga». Sin embargo, todos pueden dar «una contribución singular al bien común a través de su biografía original». Me permito insistir: «Tengan el valor de dar voz a quienes son discriminados por su discapacidad, porque desgraciadamente en algunas naciones, todavía hoy, se  duda en reconocerlos como personas de igual dignidad».77 

Comprensiones inadecuadas de un amor universal 

99. El amor que se extiende más allá de las fronteras tiene en su base lo que llamamos “amistad social” en cada  ciudad o en cada país. Cuando es genuina, esta amistad social dentro de una sociedad es una condición de posibilidad de una verdadera apertura universal. No se trata del falso universalismo de quien necesita viajar constantemente  porque no soporta ni ama a su propio pueblo. Quien mira a su pueblo con desprecio, establece en su propia sociedad categorías de primera o de segunda clase, de personas con más o menos dignidad y derechos. De esta manera niega que haya lugar para todos.

100. Tampoco estoy proponiendo un universalismo autoritario y abstracto, digitado o planificado por algunos y  presentado como un supuesto sueño en orden a homogeneizar, dominar y expoliar. Hay un modelo de globalización  que «conscientemente apunta a la uniformidad unidimensional y busca eliminar todas las diferencias y tradiciones en  una búsqueda superficial de la unidad. […] Si una globalización pretende igualar a todos, como si fuera una esfera,  esa globalización destruye la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada pueblo».78 Ese falso sueño  universalista termina quitando al mundo su variado colorido, su belleza y en definitiva su humanidad. Porque «el  futuro no es monocromático, sino que es posible si nos animamos a mirarlo en la variedad y en la diversidad de lo  que cada uno puede aportar. Cuánto necesita aprender nuestra familia humana a vivir juntos en armonía y paz sin  necesidad de que tengamos que ser todos igualitos».79 

TRASCENDER UN MUNDO DE SOCIOS 

101. Retomemos ahora aquella parábola del buen samaritano que todavía tiene mucho para proponernos. Había un  hombre herido en el camino. Los personajes que pasaban a su lado no se concentraban en este llamado interior a  volverse cercanos, sino en su función, en el lugar social que ellos ocupaban, en una profesión relevante en la sociedad.  Se sentían importantes para la sociedad del momento y su urgencia era el rol que les tocaba cumplir. El hombre herido y abandonado en el camino era una molestia para ese proyecto, una interrupción, y a su vez era alguien que no cumplía función alguna. Era un nadie, no pertenecía a una agrupación que se considerara destacable, no tenía función alguna en la construcción de la historia. Mientras tanto, el samaritano generoso se resistía a estas clasificaciones cerradas, aunque él mismo quedaba fuera de cualquiera de estas categorías y era sencillamente un extraño sin un lugar propio en la sociedad. Así, libre de todo rótulo y estructura, fue capaz de interrumpir su viaje, de cambiar su proyecto, de estar disponible para abrirse a la sorpresa del hombre herido que lo necesitaba.  

102. ¿Qué reacción podría provocar hoy esa narración, en un mundo donde aparecen constantemente, y crecen, grupos  sociales que se aferran a una identidad que los separa del resto? ¿Cómo puede conmover a quienes tienden a organizarse de tal manera que se impida toda presencia extraña que pueda perturbar esa identidad y esa organización autoprotectora y autorreferencial? En ese esquema queda excluida la posibilidad de volverse prójimo, y sólo es  posible ser prójimo de quien permita asegurar los beneficios personales. Así la palabra “prójimo” pierde todo  significado, y únicamente cobra sentido la palabra “socio”, el asociado por determinados intereses.80 

Libertad, igualdad y fraternidad 

103. La fraternidad no es sólo resultado de condiciones de respeto a las libertades individuales, ni siquiera de cierta  equidad administrada. Si bien son condiciones de posibilidad no bastan para que ella surja como resultado necesario. La fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la igualdad. ¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo, para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores? Lo que sucede es que la libertad enflaquece, resultando así más una condición de soledad, de pura autonomía para pertenecer a alguien o a  algo, o sólo para poseer y disfrutar. Esto no agota en absoluto la riqueza de la libertad que está orientada sobre todo  al amor. 

104. Tampoco la igualdad se logra definiendo en abstracto que “todos los seres humanos son iguales”, sino que es el  resultado del cultivo consciente y pedagógico de la fraternidad. Los que únicamente son capaces de ser socios crean  mundos cerrados. ¿Qué sentido puede tener en este esquema esa persona que no pertenece al círculo de los socios y llega soñando con una vida mejor para sí y para su familia? 

105. El individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La mera suma de los intereses individuales  no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad. Ni siquiera puede preservarnos de tantos males que cada vez se vuelven más globales. Pero el individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace  creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades  individuales pudiéramos construir el bien común. 

AMOR UNIVERSAL QUE PROMUEVE A LAS PERSONAS 

106. Hay un reconocimiento básico, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir  cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia. Si cada uno vale tanto,  hay que decir con claridad y firmeza que «el solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos o menor  desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor dignidad».81 Este es un principio elemental de la vida  social que suele ser ignorado de distintas maneras por quienes sienten que no aporta a su cosmovisión o no sirve a  sus fines. 

107. Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no  puede ser negado por ningún país. Lo tiene aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones.  Porque eso no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias  sino en el valor de su ser. Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni  para la sobrevivencia de la humanidad. 

108. Hay sociedades que acogen parcialmente este principio. Aceptan que haya posibilidades para todos, pero  sostienen que a partir de allí todo depende de cada uno. Desde esa perspectiva parcial no tendría sentido «invertir  para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida».82 Invertir a favor de los frágiles  puede no ser rentable, puede implicar menor eficiencia. Exige un Estado presente y activo, e instituciones de la sociedad civil que vayan más allá de la libertad de los mecanismos eficientistas de determinados sistemas económicos, políticos o ideológicos, porque realmente se orientan en primer lugar a las personas y al bien común. 

109. Algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien alimentados, o  poseen naturalmente capacidades destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado activo y sólo reclamarán  libertad. Pero evidentemente no cabe la misma regla para una persona con discapacidad, para alguien que nació en  un hogar extremadamente pobre, para alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas  posibilidades de curar adecuadamente sus enfermedades. Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la  libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más.  

110. El hecho es que «una libertad económica sólo declamada, pero donde las condiciones reales impiden que muchos  puedan acceder realmente a ella […] se convierte en un discurso contradictorio».83 Palabras como libertad,  democracia o fraternidad se vacían de sentido. Porque el hecho es que «mientras nuestro sistema económico y social  produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada, no habrá una fiesta de  fraternidad universal».84 Una  sociedad humana y fraterna es capaz de preocuparse para garantizar de modo eficiente y estable que todos sean acompañados en el recorrido de sus vidas, no sólo para asegurar sus necesidades básicas, sino para que puedan dar lo mejor de sí, aunque su rendimiento no sea el mejor, aunque vayan lento, aunque su eficiencia sea poco destacada. 

111. La persona humana, con sus derechos inalienables, está naturalmente abierta a los vínculos. En su propia raíz  reside el llamado a trascenderse a sí misma en el encuentro con otros. Por eso «es necesario prestar atención para no  caer en algunos errores que pueden nacer de una mala comprensión de los derechos humanos y de un paradójico mal  uso de los mismos. Existe hoy, en efecto, la tendencia hacia una reivindicación siempre más amplia de los derechos  individuales —estoy tentado de decir individualistas—, que esconde una concepción de persona humana desligada  de todo contexto social y antropológico, casi como una “mónada” (monás), cada vez más insensible. […] Si el derecho de cada uno no está armónicamente ordenado al bien más grande, termina por concebirse sin limitaciones y,  consecuentemente, se transforma en fuente de conflictos y de violencias».85 

PROMOVER EL BIEN MORAL 

112. No podemos dejar de decir que el deseo y la búsqueda del bien de los demás y de toda la humanidad implican  también procurar una maduración de las personas y de las sociedades en los distintos valores morales que lleven a un  desarrollo humano integral. En el Nuevo Testamento se menciona un fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22), expresado  con la palabra griega agazosúne. Indica el apego a lo bueno, la búsqueda de lo bueno. Más todavía, es procurar lo excelente, lo mejor para los demás: su maduración, su crecimiento en una vida sana, el cultivo de los valores y no sólo el bienestar material. Hay una expresión latina semejante: bene-volentia, que significa la actitud de querer el  bien del otro. Es un fuerte deseo del bien, una inclinación hacia todo lo que sea bueno y excelente, que nos mueve a  llenar la vida de los demás de cosas bellas, sublimes, edificantes. 

113. En esta línea, vuelvo a destacar con dolor que «ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral,  burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre  superficialidad nos ha servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos  unos con otros para preservar los propios intereses».86 Volvamos a promover el bien, para nosotros mismos y para  toda la humanidad, y así caminaremos juntos hacia un crecimiento genuino e integral. Cada sociedad necesita asegurar que los valores se transmitan, porque si esto no sucede se difunde el egoísmo, la violencia, la corrupción en sus diversas formas, la indiferencia y, en definitiva, una vida cerrada a toda trascendencia y clausurada en intereses  individuales. 

El valor de la solidaridad 

114. Quiero destacar la solidaridad, que «como virtud moral y actitud social, fruto de la conversión personal, exige  el compromiso de todos aquellos que tienen responsabilidades educativas y formativas. En primer lugar me dirijo a  las familias, llamadas a una misión educativa primaria e imprescindible. Ellas constituyen el primer lugar en el que  se viven y se transmiten los valores del amor y de la fraternidad, de la convivencia y del compartir, de la atención y  del cuidado del otro. Ellas son también el ámbito privilegiado para la transmisión de la fe desde aquellos primeros  simples gestos de devoción que las madres enseñan a los hijos. Los educadores y los formadores que, en la escuela o  en los diferentes centros de asociación infantil y juvenil, tienen la ardua tarea de educar a los niños y jóvenes, están  llamados a tomar conciencia de que su responsabilidad tiene que ver con las dimensiones morales, espirituales y  sociales de la persona. Los valores de la libertad, del respeto recíproco y de la solidaridad se transmiten desde la más  tierna infancia. […] Quienes se dedican al mundo de la cultura y de los medios de comunicación social tienen también  una responsabilidad en el campo de la educación y la formación, especialmente en la sociedad contemporánea, en la  que el acceso a los instrumentos de formación y de comunicación está cada vez más extendido».87 

115. En estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia, nos hace bien apelar a la solidez88 que  surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común. La solidaridad se expresa  concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es  «en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de  nuestro pueblo». En esta tarea cada uno es capaz de «dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia  ante la mirada concreta de los más frágiles. […] El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente  su projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es  ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas».89

116. Los últimos en general «practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres,  y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar. Solidaridad es una palabra  que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir;  pero es una palabra que expresa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en  términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos.  También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero.  […] La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los  movimientos populares».90 

117. Cuando hablamos de cuidar la casa común que es el planeta, acudimos a ese mínimo de conciencia universal y  de preocupación por el cuidado mutuo que todavía puede quedar en las personas. Porque si alguien tiene agua de  sobra, y sin embargo la cuida pensando en la humanidad, es porque ha logrado una altura moral que le permite  trascenderse a sí mismo y a su grupo de pertenencia. ¡Eso es maravillosamente humano! Esta misma actitud es la que  se requiere para reconocer los derechos de todo ser humano, aunque haya nacido más allá de las propias fronteras. 

REPROPONER LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA PROPIEDAD 

118. El mundo existe para todos, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma dignidad. Las  diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden  anteponerse o utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos. Por consiguiente, como  comunidad estamos conminados a garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a  su desarrollo integral.  

119. En los primeros siglos de la fe cristiana, varios sabios desarrollaron un sentido universal en su reflexión sobre  el destino común de los bienes creados.91 Esto llevaba a pensar que si alguien no tiene lo suficiente para vivir con  dignidad se debe a que otro se lo está quedando. Lo resume san Juan Crisóstomo al decir que «no compartir con los  pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos»;92 o  también en palabras de san Gregorio Magno: «Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les damos  nuestras cosas, sino que les devolvemos lo que es suyo».93 

120. Vuelvo a hacer mías y a proponer a todos unas palabras de san Juan Pablo II cuya contundencia quizás no ha  sido advertida: «Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin  excluir a nadie ni privilegiar a ninguno».94 En esta línea recuerdo que «la tradición cristiana nunca reconoció como  absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad  privada».95 El principio del uso común de los bienes creados para todos es el «primer principio de todo el  ordenamiento ético-social»,96 es un derecho natural, originario y prioritario.97 Todos los demás derechos sobre los  bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro,  «no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización», como afirmaba san Pablo VI.98 El derecho a la  propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del  destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el  funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los  prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica. 

Derechos sin fronteras 

121. Entonces nadie puede quedar excluido, no importa dónde haya nacido, y menos a causa de los privilegios que  otros poseen porque nacieron en lugares con mayores posibilidades. Los límites y las fronteras de los Estados no  pueden impedir que esto se cumpla. Así como es inaceptable que alguien tenga menos derechos por ser mujer, es  igualmente inaceptable que el lugar de nacimiento o de residencia ya de por sí determine menores posibilidades de  vida digna y de desarrollo. 

122. El desarrollo no debe orientarse a la acumulación creciente de unos pocos, sino que tiene que asegurar «los  derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de las Naciones y de los  pueblos».99 El derecho de algunos a la libertad de empresa o de mercado no puede estar por encima de los derechos  de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres, ni tampoco del respeto al medio ambiente, puesto que «quien se  apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos».100 

123. Es verdad que la actividad de los empresarios «es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar  el mundo para todos».101 Dios nos promueve, espera que desarrollemos las capacidades que nos dio y llenó el universo  de potencialidades. En sus designios cada hombre está llamado a promover su propio progreso,102 y esto incluye  fomentar las capacidades económicas y tecnológicas para hacer crecer los bienes y aumentar la riqueza. Pero en todo  caso estas capacidades de los empresarios, que son un don de Dios, tendrían que orientarse claramente al desarrollo  de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo  diversificadas. Siempre, junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de  todos a su uso.103 

Derechos de los pueblos 

124. La convicción del destino común de los bienes de la tierra hoy requiere que se aplique también a los países, a  sus territorios y a sus posibilidades. Si lo miramos no sólo desde la legitimidad de la propiedad privada y de los  derechos de los ciudadanos de una determinada nación, sino también desde el primer principio del destino común de  los bienes, entonces podemos decir que cada país es asimismo del extranjero, en cuanto los bienes de un territorio no  deben ser negados a una persona necesitada que provenga de otro lugar. Porque, como enseñaron los Obispos de los Estados Unidos, hay derechos fundamentales que «preceden a cualquier sociedad porque manan de la dignidad  otorgada a cada persona en cuanto creada por Dios».104 

125. Esto supone además otra manera de entender las relaciones y el intercambio entre países. Si toda persona tiene  una dignidad inalienable, si todo ser humano es mi hermano o mi hermana, y si en realidad el mundo es de todos, no  importa si alguien ha nacido aquí o si vive fuera de los límites del propio país. También mi nación es corresponsable  de su desarrollo, aunque pueda cumplir esta responsabilidad de diversas maneras: acogiéndolo de manera generosa cuando lo necesite imperiosamente, promoviéndolo en su propia tierra, no usufructuando ni vaciando de recursos  naturales a países enteros propiciando sistemas corruptos que impiden el desarrollo digno de los pueblos. Esto que vale para las naciones se aplica a las distintas regiones de cada país, entre las que suele haber graves inequidades.  Pero la incapacidad de reconocer la igual dignidad humana a veces lleva a que las regiones más desarrolladas de  algunos países sueñen con liberarse del “lastre” de las regiones más pobres para aumentar todavía más su nivel de  consumo.

126. Hablamos de una nueva red en las relaciones internacionales, porque no hay modo de resolver los graves  problemas del mundo pensando sólo en formas de ayuda mutua entre individuos o pequeños grupos. Recordemos  que «la inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones  internacionales».105 Y la justicia exige reconocer y respetar no sólo los derechos individuales, sino también los  derechos sociales y los derechos de los pueblos.106 Lo que estamos diciendo implica asegurar «el derecho fundamental  de los pueblos a la subsistencia y al progreso»,107 que a veces se ve fuertemente dificultado por la presión que origina  la deuda externa. El pago de la deuda en muchas ocasiones no sólo no favorece el desarrollo, sino que lo limita y lo  condiciona fuertemente. Si bien se mantiene el principio de que toda deuda legítimamente adquirida debe ser saldada,  el modo de cumplir este deber que muchos países pobres tienen con los países ricos no debe llegar a comprometer su  subsistencia y su crecimiento. 

127. Sin dudas, se trata de otra lógica. Si no se intenta entrar en esa lógica, mis palabras sonarán a fantasía. Pero si  se acepta el gran principio de los derechos que brotan del solo hecho de poseer la inalienable dignidad humana, es  posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad. Es posible anhelar un planeta que asegure tierra,  techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz, y no la estrategia carente de sentido y corta de miras  de sembrar temor y desconfianza ante amenazas externas. Porque la paz real y duradera sólo es posible «desde una  ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la  corresponsabilidad entre toda la familia humana».108 

CAPÍTULO CUARTO 

UN CORAZÓN ABIERTO AL MUNDO ENTERO 

128. La afirmación de que todos los seres humanos somos hermanos y hermanas, si no es sólo una abstracción, sino  que toma carne y se vuelve concreta, nos plantea una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas  perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones. 

EL LÍMITE DE LAS FRONTERAS 

129. Cuando el prójimo es una persona migrante se agregan desafíos complejos.109 Es verdad que lo ideal sería evitar  las migraciones innecesarias y para ello el camino es crear en los países de origen la posibilidad efectiva de vivir y  de crecer con dignidad, de manera que se puedan encontrar allí mismo las condiciones para el propio desarrollo  integral. Pero mientras no haya serios avances en esta línea, nos corresponde respetar el derecho de todo ser humano  de encontrar un lugar donde pueda no solamente satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia, sino también  realizarse integralmente como persona. Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse  en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. Porque «no se trata de dejar caer desde arriba programas de  asistencia social sino de recorrer juntos un camino a través de estas cuatro acciones, para construir ciudades y países  que, al tiempo que conservan sus respectivas identidades culturales y religiosas, estén abiertos a las diferencias y  sepan cómo valorarlas en nombre de la fraternidad humana».110 

130. Esto implica algunas respuestas indispensables, sobre todo frente a los que escapan de graves crisis humanitarias.  Por ejemplo: incrementar y simplificar la concesión de visados, adoptar programas de patrocinio privado y  comunitario, abrir corredores humanitarios para los refugiados más vulnerables, ofrecer un alojamiento adecuado y  decoroso, garantizar la seguridad personal y el acceso a los servicios básicos, asegurar una adecuada asistencia  consular, el derecho a tener siempre consigo los documentos personales de identidad, un acceso equitativo a la  justicia, la posibilidad de abrir cuentas bancarias y la garantía de lo básico para la subsistencia vital, darles libertad  de movimiento y la posibilidad de trabajar, proteger a los menores de edad y asegurarles el acceso regular a la  educación, prever programas de custodia temporal o de acogida, garantizar la libertad religiosa, promover su inserción  social, favorecer la reagrupación familiar y preparar a las comunidades locales para los procesos integrativos.111 

131. Para quienes ya hace tiempo que han llegado y participan del tejido social, es importante aplicar el concepto de “ciudadanía”, que «se basa en la igualdad de derechos y deberes bajo cuya protección todos disfrutan de la justicia.  Por esta razón, es necesario comprometernos para establecer en nuestra sociedad el concepto de plena ciudadanía y  renunciar al uso discriminatorio de la palabra minorías, que trae consigo las semillas de sentirse aislado e inferior;  prepara el terreno para la hostilidad y la discordia y quita los logros y los derechos religiosos y civiles de algunos  ciudadanos al discriminarlos».112 

132. Más allá de las diversas acciones indispensables, los Estados no pueden desarrollar por su cuenta soluciones  adecuadas «ya que las consecuencias de las opciones de cada uno repercuten inevitablemente sobre toda la  Comunidad internacional». Por lo tanto «las respuestas sólo vendrán como fruto de un trabajo común»,113 gestando  una legislación (governance) global para las migraciones. De cualquier manera se necesita «establecer planes a medio y largo plazo que no se queden en la simple respuesta a una emergencia. Deben servir, por una parte, para ayudar realmente a la integración de los emigrantes en los países de acogida y, al mismo tiempo, favorecer el desarrollo de  los países de proveniencia, con políticas solidarias, que no sometan las ayudas a estrategias y prácticas ideológicas  ajenas o contrarias a las culturas de los pueblos a las que van dirigidas».114 

LAS OFRENDAS RECÍPROCAS 

133. La llegada de personas diferentes, que proceden de un contexto vital y cultural distinto, se convierte en un don,  porque «las historias de los migrantes también son historias de encuentro entre personas y entre culturas: para las  comunidades y las sociedades a las que llegan son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano  integral de todos».115 Por esto «pido especialmente a los jóvenes que no caigan en las redes de quienes quieren  enfrentarlos a otros jóvenes que llegan a sus países, haciéndolos ver como seres peligrosos y como si no tuvieran la  misma inalienable dignidad de todo ser humano».116 

134. Por otra parte, cuando se acoge de corazón a la persona diferente, se le permite seguir siendo ella misma, al  tiempo que se le da la posibilidad de un nuevo desarrollo. Las culturas diversas, que han gestado su riqueza a lo largo  de siglos, deben ser preservadas para no empobrecer este mundo. Esto sin dejar de estimularlas para que pueda brotar  algo nuevo de sí mismas en el encuentro con otras realidades. No se puede ignorar el riesgo de terminar víctimas de  una esclerosis cultural. Para ello «tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de  valorar lo que nos une y ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de todos. Se necesita un  diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de  su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás».117

135. Retomo ejemplos que mencioné tiempo atrás: la cultura de los latinos es «un fermento de valores y posibilidades  que puede hacer mucho bien a los Estados Unidos. […] Una fuerte inmigración siempre termina marcando y  transformando la cultura de un lugar. En la Argentina, la fuerte inmigración italiana ha marcado la cultura de la  sociedad, y en el estilo cultural de Buenos Aires se nota mucho la presencia de alrededor de 200.000 judíos. Los  inmigrantes, si se los ayuda a integrarse, son una bendición, una riqueza y un nuevo don que invita a una sociedad a  crecer».118 

136. Ampliando la mirada, con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb recordamos que «la relación entre Occidente y  Oriente es una necesidad mutua indiscutible, que no puede ser sustituida ni descuidada, de modo que ambos puedan  enriquecerse mutuamente a través del intercambio y el diálogo de las culturas. El Occidente podría encontrar en la  civilización del Oriente los remedios para algunas de sus enfermedades espirituales y religiosas causadas por la  dominación del materialismo. Y el Oriente podría encontrar en la civilización del Occidente muchos elementos que  pueden ayudarlo a salvarse de la debilidad, la división, el conflicto y el declive científico, técnico y cultural. Es  importante prestar atención a las diferencias religiosas, culturales e históricas que son un componente esencial en la  formación de la personalidad, la cultura y la civilización oriental; y es importante consolidar los derechos humanos  generales y comunes, para ayudar a garantizar una vida digna para todos los hombres en Oriente y en Occidente,  evitando el uso de políticas de doble medida».119 

El fecundo intercambio 

137. La ayuda mutua entre países en realidad termina beneficiando a todos. Un país que progresa desde su original  sustrato cultural es un tesoro para toda la humanidad. Necesitamos desarrollar esta conciencia de que hoy o nos  salvamos todos o no se salva nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra son un  silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo el planeta. Si nos preocupa la desaparición  de algunas especies, debería obsesionarnos que en cualquier lugar haya personas y pueblos que no desarrollen su  potencial y su belleza propia a causa de la pobreza o de otros límites estructurales. Porque eso termina  empobreciéndonos a todos. 

138. Si esto fue siempre cierto, hoy lo es más que nunca debido a la realidad de un mundo tan conectado por la  globalización. Necesitamos que un ordenamiento mundial jurídico, político y económico «incremente y oriente la  colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos».120 Esto finalmente beneficiará a todo  el planeta, porque «la ayuda al desarrollo de los países pobres» implica «creación de riqueza para todos».121 Desde  el punto de vista del desarrollo integral, esto supone que se conceda «también una voz eficaz en las decisiones  comunes a las naciones más pobres»122 y que se procure «incentivar el acceso al mercado internacional de los países  marcados por la pobreza y el subdesarrollo».123 

Gratuidad que acoge 

139. No obstante, no quisiera limitar este planteamiento a alguna forma de utilitarismo. Existe la gratuidad. Es la  capacidad de hacer algunas cosas porque sí, porque son buenas en sí mismas, sin esperar ningún resultado exitoso,  sin esperar inmediatamente algo a cambio. Esto permite acoger al extranjero, aunque de momento no traiga un  beneficio tangible. Pero hay países que pretenden recibir sólo a los científicos o a los inversores. 

140. Quien no vive la gratuidad fraterna, convierte su existencia en un comercio ansioso, está siempre midiendo lo  que da y lo que recibe a cambio. Dios, en cambio, da gratis, hasta el punto de que ayuda aún a los que no son fieles,  y «hace salir el sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45). Por algo Jesús recomienda: «Cuando tú des limosna, que tu  mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede en secreto» (Mt 6,3-4). Hemos recibido la  vida gratis, no hemos pagado por ella. Entonces todos podemos dar sin esperar algo, hacer el bien sin exigirle tanto  a esa persona que uno ayuda. Es lo que Jesús decía a sus discípulos: «Lo que han recibido gratis, entréguenlo también  gratis» (Mt 10,8). 

141. La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país,  sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en las épocas críticas. Los nacionalismos cerrados  expresan en definitiva esta incapacidad de gratuidad, el error de creer que pueden desarrollarse al margen de la ruina  de los demás y que cerrándose al resto estarán más protegidos. El inmigrante es visto como un usurpador que no  ofrece nada. Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son  generosos benefactores. Sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro. 

LOCAL Y UNIVERSAL 

142. Cabe recordar que «entre la globalización y la localización también se produce una tensión. Hace falta prestar  atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo  local, que nos hace caminar con los pies sobre la tierra. Las dos cosas unidas impiden caer en alguno de estos dos  extremos: uno, que los ciudadanos vivan en un universalismo abstracto y globalizante […]; otro, que se conviertan  en un museo folklórico de ermitaños localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse  interpelar por el diferente y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de sus límites».124 Hay que mirar lo global,  que nos rescata de la mezquindad casera. Cuando la casa ya no es hogar, sino que es encierro, calabozo, lo global nos  va rescatando porque es como la causa final que nos atrae hacia la plenitud. Simultáneamente, hay que asumir con  cordialidad lo local, porque tiene algo que lo global no posee: ser levadura, enriquecer, poner en marcha mecanismos  de subsidiaridad. Por lo tanto, la fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos  inseparables y coesenciales. Separarlos lleva a una deformación y a una polarización dañina. 

El sabor local 

143. La solución no es una apertura que renuncia al propio tesoro. Así como no hay diálogo con el otro sin identidad  personal, del mismo modo no hay apertura entre pueblos sino desde el amor a la tierra, al pueblo, a los propios rasgos  culturales. No me encuentro con el otro si no poseo un sustrato donde estoy firme y arraigado, porque desde allí  puedo acoger el don del otro y ofrecerle algo verdadero. Sólo es posible acoger al diferente y percibir su aporte  original si estoy afianzado en mi pueblo con su cultura. Cada uno ama y cuida con especial responsabilidad su tierra  y se preocupa por su país, así como cada uno debe amar y cuidar su casa para que no se venga abajo, porque no lo  harán los vecinos. También el bien del universo requiere que cada uno proteja y ame su propia tierra. De lo contrario,  las consecuencias del desastre de un país terminarán afectando a todo el planeta. Esto se fundamenta en el sentido  positivo que tiene el derecho de propiedad: cuido y cultivo algo que poseo, de manera que pueda ser un aporte al bien  de todos. 

144. Además, este es un presupuesto de los intercambios sanos y enriquecedores. El trasfondo de la experiencia de  la vida en un lugar y en una cultura determinada es lo que capacita a alguien para percibir aspectos de la realidad que  quienes no tienen esa experiencia no son capaces de percibir tan fácilmente. Lo universal no debe ser el imperio  homogéneo, uniforme y estandarizado de una única forma cultural dominante, que finalmente perderá los colores del  poliedro y terminará en el hastío. Es la tentación que se expresa en el antiguo relato de la torre de Babel: la  construcción de una torre que llegara hasta el cielo no expresaba la unidad entre distintos pueblos capaces de  comunicarse desde su diversidad. Por el contrario, fue una tentativa engañosa, que surgía del orgullo y de la ambición  humana, de crear una unidad diferente de aquella deseada por Dios en su plan providencial para las naciones (cf. Gn 11,1-9). 

145. Hay una falsa apertura a lo universal, que procede de la superficialidad vacía de quien no es capaz de penetrar  hasta el fondo en su patria, o de quien sobrelleva un resentimiento no resuelto hacia su pueblo. En todo caso, «siempre  hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin  evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar, que es un  don de Dios. Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia. […] No es ni la esfera  global que anula ni la parcialidad aislada que esteriliza»,125 es el poliedro, donde al mismo tiempo que cada uno es  respetado en su valor, «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas».126 

El horizonte universal 

146. Hay narcisismos localistas que no son un sano amor al propio pueblo y a su cultura. Esconden un espíritu cerrado  que, por cierta inseguridad y temor al otro, prefiere crear murallas defensivas para preservarse a sí mismo. Pero no  es posible ser sanamente local sin una sincera y amable apertura a lo universal, sin dejarse interpelar por lo que sucede  en otras partes, sin dejarse enriquecer por otras culturas o sin solidarizarse con los dramas de los demás pueblos. Ese  localismo se clausura obsesivamente en unas pocas ideas, costumbres y seguridades, incapaz de admiración frente a  la multitud de posibilidades y de belleza que ofrece el mundo entero, y carente de una solidaridad auténtica y  generosa. Así, la vida local ya no es auténticamente receptiva, ya no se deja completar por el otro; por lo tanto, se  limita en sus posibilidades de desarrollo, se vuelve estática y se enferma. Porque en realidad toda cultura sana es  abierta y acogedora por naturaleza, de tal modo que «una cultura sin valores universales no es una verdadera  cultura».127 

147. Reconozcamos que una persona, mientras menos amplitud tenga en su mente y en su corazón, menos podrá  interpretar la realidad cercana donde está inmersa. Sin la relación y el contraste con quien es diferente, es difícil  percibirse clara y completamente a sí mismo y a la propia tierra, ya que las demás culturas no son enemigos de los  que hay que preservarse, sino que son reflejos distintos de la riqueza inagotable de la vida humana. Mirándose a sí  mismo con el punto de referencia del otro, de lo diverso, cada uno puede reconocer mejor las peculiaridades de su    persona y de su cultura: sus riquezas, sus posibilidades y sus límites. La experiencia que se realiza en un lugar debe  ser desarrollada “en contraste” y “en sintonía” con las experiencias de otros que viven en contextos culturales  diferentes.128 

148. En realidad, una sana apertura nunca atenta contra la identidad. Porque al enriquecerse con elementos de otros  lugares, una cultura viva no realiza una copia o una mera repetición, sino que integra las novedades “a su modo”.  Esto provoca el nacimiento de una nueva síntesis que finalmente beneficia a todos, ya que la cultura donde se originan  estos aportes termina siendo retroalimentada. Por ello exhorté a los pueblos originarios a cuidar sus propias raíces y  sus culturas ancestrales, pero quise aclarar que no era «mi intención proponer un indigenismo completamente cerrado,  ahistórico, estático, que se niegue a toda forma de mestizaje», ya que «la propia identidad cultural se arraiga y se  enriquece en el diálogo con los diferentes y la auténtica preservación no es un aislamiento empobrecedor».129 El  mundo crece y se llena de nueva belleza gracias a sucesivas síntesis que se producen entre culturas abiertas, fuera de  toda imposición cultural. 

149. Para estimular una sana relación entre el amor a la patria y la inserción cordial en la humanidad entera, es bueno  recordar que la sociedad mundial no es el resultado de la suma de los distintos países, sino que es la misma comunión  que existe entre ellos, es la inclusión mutua que es anterior al surgimiento de todo grupo particular. En ese  entrelazamiento de la comunión universal se integra cada grupo humano y allí encuentra su belleza. Entonces, cada  persona que nace en un contexto determinado se sabe perteneciente a una familia más grande sin la que no es posible  comprenderse en plenitud. 

150. Este enfoque, en definitiva, reclama la aceptación gozosa de que ningún pueblo, cultura o persona puede obtener  todo de sí. Los otros son constitutivamente necesarios para la construcción de una vida plena. La conciencia del límite o de la parcialidad, lejos de ser una amenaza, se vuelve la clave desde la que soñar y elaborar un proyecto común.  Porque «el hombre es el ser fronterizo que no tiene ninguna frontera».130 

Desde la propia región 

151. Gracias al intercambio regional, desde el cual los países más débiles se abren al mundo entero, es posible que la  universalidad no diluya las particularidades. Una adecuada y auténtica apertura al mundo supone la capacidad de  abrirse al vecino, en una familia de naciones. La integración cultural, económica y política con los pueblos cercanos  debería estar acompañada por un proceso educativo que promueva el valor del amor al vecino, primer ejercicio  indispensable para lograr una sana integración universal. 

152. En algunos barrios populares, todavía se vive el espíritu del “vecindario”, donde cada uno siente  espontáneamente el deber de acompañar y ayudar al vecino. En estos lugares que conservan esos valores  comunitarios, se viven las relaciones de cercanía con notas de gratuidad, solidaridad y reciprocidad, a partir del  sentido de un “nosotros” barrial.131 Ojalá pudiera vivirse esto también entre países cercanos, que sean capaces de  construir una vecindad cordial entre sus pueblos. Pero las visiones individualistas se traducen en las relaciones entre  países. El riesgo de vivir cuidándonos unos de otros, viendo a los demás como competidores o enemigos peligrosos,  se traslada a la relación con los pueblos de la región. Quizás fuimos educados en ese miedo y en esa desconfianza. 

153. Hay países poderosos y grandes empresas que sacan rédito de este aislamiento y prefieren negociar con cada  país por separado. Por el contrario, para los países pequeños o pobres se abre la posibilidad de alcanzar acuerdos  regionales con sus vecinos que les permitan negociar en bloque y evitar convertirse en segmentos marginales y dependientes de los grandes poderes. Hoy ningún Estado nacional aislado está en condiciones de asegurar el bien  común de su propia población. 

CAPÍTULO QUINTO LA MEJOR POLÍTICA 

154. Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos  y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. En  cambio, desgraciadamente, la política hoy con frecuencia suele asumir formas que dificultan la marcha hacia un mundo distinto. 

POPULISMOS Y LIBERALISMOS 

155. El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus  fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la  dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las  diversas culturas. 

Popular o populista 

156. En los últimos años la expresión “populismo” o “populista” ha invadido los medios de comunicación y el  lenguaje en general. Así pierde el valor que podría contener y se convierte en una de las polaridades de la sociedad  dividida. Esto llegó al punto de pretender clasificar a todas las personas, agrupaciones, sociedades y gobiernos a partir  de una división binaria: “populista” o “no populista”. Ya no es posible que alguien opine sobre cualquier tema sin  que intenten clasificarlo en uno de esos dos polos, a veces para desacreditarlo injustamente o para enaltecerlo en  exceso. 

157. La pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social, tiene otra debilidad: que  ignora la legitimidad de la noción de pueblo. El intento por hacer desaparecer del lenguaje esta categoría podría llevar  a eliminar la misma palabra “democracia” —es decir: el “gobierno del pueblo”—. No obstante, si no se quiere afirmar  que la sociedad es más que la mera suma de los individuos, se necesita la palabra “pueblo”. La realidad es que hay  fenómenos sociales que articulan a las mayorías, que existen megatendencias y búsquedas comunitarias. También  que se puede pensar en objetivos comunes, más allá de las diferencias, para conformar un proyecto común.  Finalmente, que es muy difícil proyectar algo grande a largo plazo si no se logra que eso se convierta en un sueño  colectivo. Todo esto se encuentra expresado en el sustantivo “pueblo” y en el adjetivo “popular”. Si no se incluyen  —junto con una sólida crítica a la demagogia— se estaría renunciando a un aspecto fundamental de la realidad social. 

158. Porque existe un malentendido: «Pueblo no es una categoría lógica, ni una categoría mística, si lo entendemos  en el sentido de que todo lo que hace el pueblo es bueno, o en el sentido de que el pueblo sea una categoría angelical.  Es una categoría mítica […] Cuando explicas lo que es un pueblo utilizas categorías lógicas porque tienes que  explicarlo: cierto, hacen falta. Pero así no explicas el sentido de pertenencia a un pueblo. La palabra pueblo tiene algo  más que no se puede explicar de manera lógica. Ser parte de un pueblo es formar parte de una identidad común, hecha  de lazos sociales y culturales. Y esto no es algo automático, sino todo lo contrario: es un proceso lento, difícil… hacia  un proyecto común».132 

159. Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias  de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de  transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común. Pero  deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar  políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder. Otras veces busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas  de algunos sectores de la población. Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un  avasallamiento de las instituciones y de la legalidad. 

160. Los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra “pueblo”, puesto que en realidad no hablan de un verdadero  pueblo. En efecto, la categoría de “pueblo” es abierta. Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto  permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente. No lo hace negándose a sí mismo, pero sí con la  disposición a ser movilizado, cuestionado, ampliado, enriquecido por otros, y de ese modo puede evolucionar. 

161. Otra expresión de la degradación de un liderazgo popular es el inmediatismo. Se responde a exigencias populares  en orden a garantizarse votos o aprobación, pero sin avanzar en una tarea ardua y constante que genere a las personas  los recursos para su propio desarrollo, para que puedan sostener su vida con su esfuerzo y su creatividad. En esta  línea dije claramente que «estoy lejos de proponer un populismo irresponsable».133 Por una parte, la superación de la  inequidad supone el desarrollo económico, aprovechando las posibilidades de cada región y asegurando así una  equidad sustentable.134 Por otra parte, «los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse  como respuestas pasajeras».135 

162. El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a  todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus  fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que  «ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo  debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo».136 Por más que cambien los mecanismos de  producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada  persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque «no existe peor pobreza que aquella que  priva del trabajo y de la dignidad del trabajo».137 En una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión  irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse  corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo. 

Valores y límites de las visiones liberales 

163. La categoría de pueblo, que incorpora una valoración positiva de los lazos comunitarios y culturales, suele ser  rechazada por las visiones liberales individualistas, donde la sociedad es considerada una mera suma de intereses que  coexisten. Hablan de respeto a las libertades, pero sin la raíz de una narrativa común. En ciertos contextos, es  frecuente acusar de populistas a todos los que defiendan los derechos de los más débiles de la sociedad. Para estas  visiones, la categoría de pueblo es una mitificación de algo que en realidad no existe. Sin embargo, aquí se crea una  polarización innecesaria, ya que ni la idea de pueblo ni la de prójimo son categorías puramente míticas o románticas  que excluyan o desprecien la organización social, la ciencia y las instituciones de la sociedad civil.138 

164. La caridad reúne ambas dimensiones —la mítica y la institucional— puesto que implica una marcha eficaz de  transformación de la historia que exige incorporarlo principalmente todo: las instituciones, el derecho, la técnica, la  experiencia, los aportes profesionales, el análisis científico, los procedimientos administrativos. Porque «no hay de  hecho vida privada si no es protegida por un orden público, un hogar cálido no tiene intimidad si no es bajo la tutela  de la legalidad, de un estado de tranquilidad fundado en la ley y en la fuerza y con la condición de un mínimo de  bienestar asegurado por la división del trabajo, los intercambios comerciales, la justicia social y la ciudadanía  política».139 

165. La verdadera caridad es capaz de incorporar todo esto en su entrega, y si debe expresarse en el encuentro persona  a persona, también es capaz de llegar a una hermana o a un hermano lejano e incluso ignorado, a través de los diversos  recursos que las instituciones de una sociedad organizada, libre y creativa son capaces de generar. Si vamos al caso,  aun el buen samaritano necesitó de la existencia de una posada que le permitiera resolver lo que él solo en ese  momento no estaba en condiciones de asegurar. El amor al prójimo es realista y no desperdicia nada que sea necesario  para una transformación de la historia que beneficie a los últimos. De otro modo, a veces se tienen ideologías de  izquierda o pensamientos sociales, junto con hábitos individualistas y procedimientos ineficaces que sólo llegan a  unos pocos. Mientras tanto, la multitud de los abandonados queda a merced de la posible buena voluntad de algunos.  Esto hace ver que es necesario fomentar no únicamente una mística de la fraternidad sino al mismo tiempo una  organización mundial más eficiente para ayudar a resolver los problemas acuciantes de los abandonados que sufren  y mueren en los países pobres. Esto a su vez implica que no hay una sola salida posible, una única metodología  aceptable, una receta económica que pueda ser aplicada igualmente por todos, y supone que aun la ciencia más  rigurosa pueda proponer caminos diferentes. 

166. Todo esto podría estar colgado de alfileres, si perdemos la capacidad de advertir la necesidad de un cambio en  los corazones humanos, en los hábitos y en los estilos de vida. Es lo que ocurre cuando la propaganda política, los  medios y los constructores de opinión pública persisten en fomentar una cultura individualista e ingenua ante los  intereses económicos desenfrenados y la organización de las sociedades al servicio de los que ya tienen demasiado  poder. Por eso, mi crítica al paradigma tecnocrático no significa que sólo intentando controlar sus excesos podremos  estar asegurados, porque el mayor peligro no reside en las cosas, en las realidades materiales, en las organizaciones,  sino en el modo como las personas las utilizan. El asunto es la fragilidad humana, la tendencia constante al egoísmo  humano que forma parte de aquello que la tradición cristiana llama “concupiscencia”: la inclinación del ser humano  a encerrarse en la inmanencia de su propio yo, de su grupo, de sus intereses mezquinos. Esa concupiscencia no es un  defecto de esta época. Existió desde que el hombre es hombre y simplemente se transforma, adquiere diversas  modalidades en cada siglo, y finalmente utiliza los instrumentos que el momento histórico pone a su disposición.  Pero es posible dominarla con la ayuda de Dios.  

167. La tarea educativa, el desarrollo de hábitos solidarios, la capacidad de pensar la vida humana más integralmente,  la hondura espiritual, hacen falta para dar calidad a las relaciones humanas, de tal modo que sea la misma sociedad  la que reaccione ante sus inequidades, sus desviaciones, los abusos de los poderes económicos, tecnológicos, políticos  o mediáticos. Hay visiones liberales que ignoran este factor de la fragilidad humana, e imaginan un mundo que  responde a un determinado orden que por sí solo podría asegurar el futuro y la solución de todos los problemas. 

168. El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata  de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se  presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin  nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto derrame no  resuelve la inequidad, que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social. Por una parte, es imperiosa una política económica activa orientada a «promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial»,140 para que sea posible acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos. La  especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos. Por otra parte, «sin  formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función  económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado».141 El fin de la historia no fue tal, y las recetas dogmáticas  de la teoría económica imperante mostraron no ser infalibles. La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las  pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que, además de rehabilitar una sana  política que no esté sometida al dictado de las finanzas, «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y  que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos».142 

169. En ciertas visiones economicistas cerradas y monocromáticas, no parecen tener lugar, por ejemplo, los  movimientos populares que aglutinan a desocupados, trabajadores precarios e informales y a tantos otros que no entran fácilmente en los cauces ya establecidos. En realidad, estos gestan variadas formas de economía popular y de  producción comunitaria. Hace falta pensar en la participación social, política y económica de tal manera «que incluya  a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente  de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común» y a su vez es  bueno promover que «estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo  del planeta, confluyan, estén más coordinadas, se vayan encontrando».143 Pero sin traicionar su estilo característico,  porque ellos «son sembradores de cambio, promotores de un proceso en el que confluyen millones de acciones  grandes y pequeñas encadenadas creativamente, como en una poesía».144 En este sentido son “poetas sociales”, que  trabajan, proponen, promueven y liberan a su modo. Con ellos será posible un desarrollo humano integral, que implica  superar «esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres,  nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos».145 Aunque molesten,  aunque algunos “pensadores” no sepan cómo clasificarlos, hay que tener la valentía de reconocer que sin ellos «la  democracia se atrofia, se convierte en un nominalismo, una formalidad, pierde representatividad, se va desencarnando  porque deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad, en la construcción de su destino».146 

EL PODER INTERNACIONAL 

170. Me permito repetir que «la crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva  economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de  la riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo al  mundo».147 Es más, parece que las verdaderas estrategias que se desarrollaron posteriormente en el mundo se  orientaron a más individualismo, a más desintegración, a más libertad para los verdaderos poderosos que siempre  encuentran la manera de salir indemnes. 

171. Quisiera insistir en que «dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún  individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los  derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales. La distribución fáctica del poder —sea,  sobre todo, político, económico, de defensa, tecnológico— entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema  jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación del poder. El panorama mundial hoy nos  presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y —a la vez— grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un  mal ejercicio del poder».148 

172. El siglo XXI «es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la  dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. En este  contexto, se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente  organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de  poder para sancionar».149 Cuando se habla de la posibilidad de alguna forma de autoridad mundial regulada por el  derecho150 no necesariamente debe pensarse en una autoridad personal. Sin embargo, al menos debería incluir la  gestación de organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la  erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales. 

173. En esta línea, recuerdo que es necesaria una reforma «tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de  la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de  naciones».151 Sin duda esto supone límites jurídicos precisos que eviten que se trate de una autoridad cooptada por  unos pocos países, y que a su vez impidan imposiciones culturales o el menoscabo de las libertades básicas de las  naciones más débiles a causa de diferencias ideológicas. Porque «la Comunidad Internacional es una comunidad  jurídica fundada en la soberanía de cada uno de los Estados miembros, sin vínculos de subordinación que nieguen o  limiten su independencia».152 Pero «la labor de las Naciones Unidas, a partir de los postulados del Preámbulo y de  los primeros artículos de su Carta Constitucional, puede ser vista como el desarrollo y la promoción de la soberanía  del derecho, sabiendo que la justicia es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal. […]  Hay que asegurar el imperio incontestado del derecho y el infatigable recurso a la negociación, a los buenos oficios  y al arbitraje, como propone la Carta de las Naciones Unidas, verdadera norma jurídica fundamental».153 Es necesario evitar que esta Organización sea deslegitimizada, porque sus problemas o deficiencias pueden ser afrontados y  resueltos conjuntamente. 

174. Hacen falta valentía y generosidad en orden a establecer libremente determinados objetivos comunes y asegurar  el cumplimiento en todo el mundo de algunas normas básicas. Para que esto sea realmente útil, se debe sostener «la  exigencia de mantener los acuerdos suscritos —pacta sunt servanda—»,154 de manera que se evite «la tentación de  apelar al derecho de la fuerza más que a la fuerza del derecho».155 Esto requiere fortalecer «los instrumentos  normativos para la solución pacífica de las controversias de modo que se refuercen su alcance y su obligatoriedad».156 

Entre estos instrumentos normativos, deben ser favorecidos los acuerdos multilaterales entre los Estados, porque  garantizan mejor que los acuerdos bilaterales el cuidado de un bien común realmente universal y la protección de los  Estados más débiles. 

175. Gracias a Dios tantas agrupaciones y organizaciones de la sociedad civil ayudan a paliar las debilidades de la  Comunidad internacional, su falta de coordinación en situaciones complejas, su falta de atención frente a derechos  humanos fundamentales y a situaciones muy críticas de algunos grupos. Así adquiere una expresión concreta el  principio de subsidiariedad, que garantiza la participación y la acción de las comunidades y organizaciones de menor  rango, las que complementan la acción del Estado. Muchas veces desarrollan esfuerzos admirables pensando en el  bien común y algunos de sus miembros llegan a realizar gestos verdaderamente heroicos que muestran de cuánta  belleza todavía es capaz nuestra humanidad. 

UNA CARIDAD SOCIAL Y POLÍTICA 

176. Para muchos la política hoy es una mala palabra, y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos. A esto se añaden las estrategias que buscan debilitarla,  reemplazarla por la economía o dominarla con alguna ideología. Pero, ¿puede funcionar el mundo sin política?  ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?157 

La política que se necesita 

177. Me permito volver a insistir que «la política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los  dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia».158 Aunque haya que rechazar el mal uso del poder, la  corrupción, la falta de respeto a las leyes y la ineficiencia, «no se puede justificar una economía sin política, que sería  incapaz de propiciar otra lógica que rija los diversos aspectos de la crisis actual».159 Al contrario, «necesitamos una  política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo  interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis».160 Pienso en «una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas».161 No  se puede pedir esto a la economía, ni se puede aceptar que esta asuma el poder real del Estado.  

178. Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, recuerdo que «la grandeza política se muestra cuando,  en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político  le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación»162 y más aún en un proyecto común para la humanidad  presente y futura. Pensar en los que vendrán no sirve a los fines electorales, pero es lo que exige una justicia auténtica,  porque, como enseñaron los Obispos de Portugal, la tierra «es un préstamo que cada generación recibe y debe  transmitir a la generación siguiente».163 

179. La sociedad mundial tiene serias fallas estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas  meramente ocasionales. Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes.  Sólo una sana política podría liderarlo, convocando a los más diversos sectores y a los saberes más variados. De esa  manera, una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común puede  «abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso,  sino orientar esa energía con cauces nuevos».164 

El amor político 

180. Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos  no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente  posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en «el campo de la más amplia caridad, la caridad política».165 Se trata de avanzar hacia un  orden social y político cuya alma sea la caridad social.166 Una vez más convoco a rehabilitar la política, que «es una  altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común».167 

181. Todos los compromisos que brotan de la Doctrina Social de la Iglesia «provienen de la caridad que, según la  enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40)».168 Esto supone reconocer que «el amor, lleno de  pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran  construir un mundo mejor».169 Por esa razón, el amor no sólo se expresa en relaciones íntimas y cercanas, sino  también en «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas».170 

182. Esta caridad política supone haber desarrollado un sentido social que supera toda mentalidad individualista: «La  caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas,  consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une».171 Cada uno es plenamente  persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada  persona. Pueblo y persona son términos correlativos. Sin embargo, hoy se pretende reducir las personas a individuos,  fácilmente dominables por poderes que miran a intereses espurios. La buena política busca caminos de construcción  de comunidades en los distintos niveles de la vida social, en orden a reequilibrar y reorientar la globalización para  evitar sus efectos disgregantes.

Amor efectivo 

183. A partir del «amor social»172 es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos  convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo,173 porque no es un  sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos. El amor social es una  «fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente  desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos».174 

184. La caridad está en el corazón de toda vida social sana y abierta. Sin embargo, hoy «se afirma fácilmente su  irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades morales».175 Es mucho más que sentimentalismo subjetivo, si es que está unida al compromiso con la verdad, de manera que no sea «presa fácil de las emociones y  las opiniones contingentes de los sujetos».176 Precisamente su relación con la verdad facilita a la caridad su universalismo y así evita ser «relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado».177 De otro modo, será «excluida  de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y  operatividad».178 Sin la verdad, la emotividad se vacía de contenidos relacionales y sociales. Por eso la apertura a la  verdad protege a la caridad de una falsa fe que se queda sin «su horizonte humano y universal».179 

185. La caridad necesita la luz de la verdad que constantemente buscamos y «esta luz es simultáneamente la de la  razón y la de la fe»,180 sin relativismos. Esto supone también el desarrollo de las ciencias y su aporte insustituible  para encontrar los caminos concretos y más seguros para obtener los resultados que se esperan. Porque cuando está en juego el bien de los demás no bastan las buenas intenciones, sino lograr efectivamente lo que ellos y sus naciones  necesitan para realizarse. 

LA ACTIVIDAD DEL AMOR POLÍTICO 

186. Hay un llamado amor “elícito”, que son los actos que proceden directamente de la virtud de la caridad, dirigidos  a personas y a pueblos. Hay además un amor “imperado”: aquellos actos de la caridad que impulsan a crear  instituciones más sanas, regulaciones más justas, estructuras más solidarias.181 De ahí que sea «un acto de caridad  igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga  que padecer la miseria».182 Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza,  aun sin tener contacto directo con esa persona, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento. 

Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un puente, y eso  también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo  altísimo de la caridad que ennoblece su acción política. 

Los desvelos del amor 

187. Esta caridad, corazón del espíritu de la política, es siempre un amor preferencial por los últimos, que está detrás  de todas las acciones que se realicen a su favor.183 Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la  caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura, y por lo tanto verdaderamente integrados en la sociedad. Esta mirada  es el núcleo del verdadero espíritu de la política. Desde allí los caminos que se abren son diferentes a los de un  pragmatismo sin alma. Por ejemplo, «no se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de  contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver  cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad».184 Lo que se necesita es que haya  diversos cauces de expresión y de participación social. La educación está al servicio de ese camino para que cada ser  humano pueda ser artífice de su destino. Aquí muestra su valor el principio de subsidiariedad, inseparable del  principio de solidaridad.  

188. Esto provoca la urgencia de resolver todo lo que atenta contra los derechos humanos fundamentales. Los  políticos están llamados a «preocuparse de la fragilidad, de la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la  fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que  conduce inexorablemente a la “cultura del descarte”. […] Significa hacerse cargo del presente en su situación más  marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad».185 Así ciertamente se genera una actividad intensa,  porque «hay que hacer lo que sea para salvaguardar la condición y dignidad de la persona humana».186 El político es  un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista y pragmática, aún más allá de su propio  país. Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no  resolver efectivamente «el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de  seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo,  incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la  magnitud de estas situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de  caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos».187 Esto se hace aprovechando con  inteligencia los grandes recursos del desarrollo tecnológico. 

189. Todavía estamos lejos de una globalización de los derechos humanos más básicos. Por eso la política mundial  no puede dejar de colocar entre sus objetivos principales e imperiosos el de acabar eficazmente con el hambre. Porque  «cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía,  millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte, se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye  un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable».188 Mientras muchas veces  nos enfrascamos en discusiones semánticas o ideológicas, permitimos que todavía hoy haya hermanas y hermanos  que mueran de hambre o de sed, sin un techo o sin acceso al cuidado de su salud. Junto con estas necesidades  elementales insatisfechas, la trata de personas es otra vergüenza para la humanidad que la política internacional no  debería seguir tolerando, más allá de los discursos y las buenas intenciones. Son mínimos impostergables. 

Amor que integra y reúne 

190. La caridad política se expresa también en la apertura a todos. Principalmente aquel a quien le toca gobernar, está  llamado a renuncias que hagan posible el encuentro, y busca la confluencia al menos en algunos temas. Sabe escuchar  el punto de vista del otro facilitando que todos tengan un espacio. Con renuncias y paciencia un gobernante puede  ayudar a crear ese hermoso poliedro donde todos encuentran un lugar. En esto no funcionan las negociaciones de tipo  económico. Es algo más, es un intercambio de ofrendas en favor del bien común. Parece una utopía ingenua, pero no  podemos renunciar a este altísimo objetivo. 

191. Mientras vemos que todo tipo de intolerancias fundamentalistas daña las relaciones entre personas, grupos y  pueblos, vivamos y enseñemos nosotros el valor del respeto, el amor capaz de asumir toda diferencia, la prioridad de  la dignidad de todo ser humano sobre cualesquiera fuesen sus ideas, sentimientos, prácticas y aun sus pecados. 

Mientras en la sociedad actual proliferan los fanatismos, las lógicas cerradas y la fragmentación social y cultural, un  buen político da el primer paso para que resuenen las distintas voces. Es cierto que las diferencias generan conflictos,  pero la uniformidad genera asfixia y hace que nos fagocitemos culturalmente. No nos resignemos a vivir encerrados  en un fragmento de realidad. 

192. En este contexto, quiero recordar que, junto con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, pedimos «a los artífices de la  política internacional y de la economía mundial, comprometerse seriamente para difundir la cultura de la tolerancia,  de la convivencia y de la paz; intervenir lo antes posible para parar el derramamiento de sangre inocente».189 Y  cuando una determinada política siembra el odio o el miedo hacia otras naciones en nombre del bien del propio país,  es necesario preocuparse, reaccionar a tiempo y corregir inmediatamente el rumbo. 

MÁS FECUNDIDAD QUE ÉXITOS 

193. Al mismo tiempo que desarrolla esta actividad incansable, todo político también es un ser humano. Está llamado  a vivir el amor en sus relaciones interpersonales cotidianas. Es una persona, y necesita advertir que «el mundo  moderno, por su misma perfección técnica tiende a racionalizar, cada día más, la satisfacción de los deseos humanos,  clasificados y repartidos entre diversos servicios. Cada vez menos se llama a un hombre por su nombre propio, cada  vez menos se tratará como persona a este ser, único en el mundo, que tiene su propio corazón, sus sufrimientos, sus  problemas, sus alegrías y su propia familia. Sólo se conocerán sus enfermedades para curarlas, su falta de dinero para  proporcionárselo, su necesidad de casa para alojarlo, su deseo de esparcimiento y de distracciones para  organizárselas». Pero «amar al más insignificante de los seres humanos como a un hermano, como si no hubiera más  que él en el mundo, no es perder el tiempo».190 

1 Admoniciones, 6, 1: Fonti Francescane (FF) 155; cf. Escritos. Biografías. Documentos de la época, ed. BAC, Madrid 2011, 94. 

2 Ibíd., 25: FF 175; cf. ibíd., p. 99.  

3 S. FRANCISCO DE ASÍS, Regla no bulada de los hermanos menores, 16, 3.6: FF 42-43; cf. ibíd., 120. 

4 ELOI LECLERC, O.F.M., Exilio y ternura, ed. Marova, Madrid 1987, 205. 

5 Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi (4 febrero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua  española (8 febrero 2019), p. 6. 

6 Discurso en el encuentro ecuménico e interreligioso con los jóvenes, Skopie – Macedonia del Norte (7 mayo 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua  española (10 mayo 2019), p. 13. 

7 Discurso al Parlamento europeo, Estrasburgo (25 noviembre 2014): AAS 106 (2014), 996; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (28 noviembre  2014), p. 3. 

8 Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo diplomático, Santiago – Chile (16 enero 2018): AAS 110 (2018), 256. 9 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 19: AAS 101 (2009), 655.  

10 Exhort. ap. postsin. Christus vivit (25 marzo 2019), 181. 

11 CARD. RAÚL SILVA HENRÍQUEZ, S.D.B., Homilía en el Tedeum en Santiago de Chile (18 septiembre 1974). 

12 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 57: AAS 107 (2015), 869. 

13 Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (11 enero 2016): AAS 108 (2016), 120; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (15 enero 2016), p. 7.  

14 Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (13 enero 2014): AAS 106 (2014), 83-84; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (17 enero 2014), p. 7. 

15 Cf. Discurso a la Fundación Centesimus annus pro Pontifice (25 mayo 2013): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (31 mayo 2013), p. 4. 16 Cf. S. PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 14: AAS 59 (1967), 264. 

17 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 22: AAS 101 (2009), 657. 

18 Discurso a las autoridades, Tirana – Albania (21 septiembre 2014): AAS 106 (2014), 773; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (26 septiembre  2014), p. 7. 

19 Mensaje a los participantes en la Conferencia internacional “Los derechos humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones” (10  diciembre 2018): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (14 diciembre 2018), p. 11. 

20 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 212: AAS 105 (2013), 1108. 

21 Mensaje para la 48.ª Jornada Mundial de la Paz 1 enero 2015 (8 diciembre 2014), 3-4: AAS 107 (2015), 69-71; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua  española (12 diciembre 2014), p. 9. 

22 Ibíd., 5: AAS 107 (2015), 72; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (12 diciembre 2014), p. 9. 

23 Mensaje para la 49.ª Jornada Mundial de la Paz 1 enero 2016 (8 diciembre 2015), 2: AAS 108 (2016), 49; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (18-25 diciembre 2015), p. 8. 

24 Mensaje para la 53.ª Jornada Mundial de la Paz 1 enero 2020 (8 diciembre 2019), 1: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (13 diciembre  2019), p. 6. 

25 Discurso sobre las armas nucleares, Nagasaki – Japón (24 noviembre 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (29 noviembre 2019), p.  11. 

26 Discurso a los profesores y estudiantes del Colegio “San Carlos” de Milán (6 abril 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (14 abril  2019), p. 7.  

27 Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi (4 febrero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en  lengua española (8 febrero 2019), p. 7. 

28 Discurso al mundo de la cultura, Cagliari – Italia (22 septiembre 2013): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (27 septiembre 2013), p. 15.

29 Humana communitas. Carta al Presidente de la Pontificia Academia para la Vida con ocasión del 25.º aniversario de su institución (6 enero 2019), 2. 6:  L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (18 enero 2019), pp. 6-7. 

30 Videomensaje al TED2017 de Vancouver (26 abril 2017): L’Osservatore Romano (27 abril 2017), p. 7. 

                            31 Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia (27 marzo 2020): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (3 abril 2020), p. 3.  

32 Homilía durante la Santa Misa, Skopie – Macedonia del Norte (7 mayo 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (10 mayo 2019), p. 12. 33 Cf. Eneida 1, 462: «Sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt». 

34 «Historia […] magistra vitae» (MARCO TULIO CICERÓN, De Oratore, 2, 36). 

35 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 204: AAS 107 (2015), 928. 

36 Exhort. ap. postsin. Christus vivit (25 marzo 2019), 91. 

37 Ibíd., 92. 

38 Ibíd., 93. 

39 BENEDICTO XVI, Mensaje para la 99.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (12 octubre 2012): AAS 104 (2012), 908; L’Osservatore Romano, ed.  semanal en lengua española (11 noviembre 2012), p. 4.  

40 Exhort. ap. postsin. Christus vivit (25 marzo 2019), 92. 

41 Mensaje para la 106.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2020 (13 mayo 2020): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (22 mayo  2020), p. 5. 

42 Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (11 enero 2016): AAS 108 (2016), 124; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (15 enero 2016), p. 8.  

43 Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (13 enero 2014): AAS 106 (2014), 84; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (17 enero 2014), p. 7.  

44 Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (11 enero 2016): AAS 108 (2016), 123; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (15 enero 2016), p. 8. 

45 Mensaje para la 105.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (27 mayo 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (31 mayo 2019),  p. 6.  

46 Exhort. ap. postsin. Christus vivit (25 marzo 2019), 88. 

47 Ibíd., 89

48 Exhort. ap. Gaudete et exsultate (19 marzo 2018), 115. 

49 Del film El Papa Francisco – Un hombre de palabra. La esperanza es un mensaje universal, de Wim Wenders (2018). 

50 Discurso a las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo diplomático, Tallin – Estonia (25 septiembre 2018): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua  española (5 octubre 2018), p. 4. 

51 Cf. Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia (27 marzo 2020): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (3 abril 2020), p. 3;  Mensaje para la 4.ª Jornada Mundial de los Pobres 2020 (13 junio 2020), 6: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (19 junio 2020), p. 5. 

52 Saludo a los jóvenes del Centro Cultural Padre Félix Varela, La Habana – Cuba (20 septiembre 2015): L’Osservatore Romano (21-22 septiembre 2015), p. 6. 

53 CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 1. 

54 S. IRENEO DE LYON, Adversus Haereses 2, 25, 2: PG 7/1, 798-s. 

55 Talmud Bavli (Talmud de Babilonia), Sabbat, 31 a. 

56 Discurso a los asistidos de las obras de caridad de la Iglesia, Tallin – Estonia (25 septiembre 2018): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (5  octubre 2018), p. 5.  

57 Videomensaje al TED2017 de Vancouver (26 abril 2017): L’Osservatore Romano (27 abril 2017), p. 7. 

58 Homiliae in Matthaeum, 50, 3: PG 58, 508. 

59 Mensaje con ocasión del Encuentro de los Movimientos populares, Modesto – Estados Unidos (10 febrero 2017): AAS 109 (2017), 291. 

60 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 235: AAS 105 (2013), 1115. 

61 S.JUAN PABLO II, Mensaje a los discapacitados, Ángelus en Osnabrück – Alemania (16 noviembre 1980): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (23 noviembre 1980), p. 9. 

62 CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 24. 

63 GABRIEL MARCEL, Du refus à l’invocation, ed. NRF, París 1940, 50; cf. ÍD., De la negación a la invocación, en Obras selectas, ed. BAC, Madrid 2004, vol. 2,  41.  

64 Ángelus (10 noviembre 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (15 noviembre 2019), p. 3. 

65 Cf. STO. TOMÁS DE AQUINO, Scriptum super Sententiis, lib. 3, dist. 27, q. 1, a. 1, ad 4: «Dicitur amor extasim facere, et fervere, quia quod fervet extra se bullit et  exhalat» (se dice que el amor produce éxtasis y efervescencia puesto que lo efervescente bulle fuera de sí y expira). 

66 KAROL WOJTYŁA, Amor y responsabilidad, Madrid 1978, 136. 

67 KARL RAHNER, S.J., El año litúrgico, Barcelona 1966, 28. Obra original: Kleines Kirchenjahr. Ein Gang durch den Festkreis, ed. Herder, Friburgo 1981, 30. 68 Regula, 53, 15: «Pauperum et peregrinorum maxime susceptioni cura sollicite exhibeatur». 

69 Cf. Summa Theologiae, II-II, q. 23, art. 7; S. AGUSTÍN, Contra Julianum, 4, 18: PL 44, 748: «De cuántos placeres se privan los avaros para aumentar sus tesoros  o por el temor de verlos disminuir». 

70 «Secundum acceptionem divinam» (Scriptum super Sententiis, lib. 3, dist. 27, a. 1, q. 1, concl. 4). 

71 BENEDICTO XVI, Carta enc. Deus caritas est (25 diciembre 2005), 15: AAS 98 (2006), 230. 

72 Summa Theologiae II-II, q. 27, art. 2, resp. 

73 Ibíd., I-II, q. 26, art. 3, resp. 

74 Ibíd., q. 110, art. 1, resp. 

75 Mensaje para la 47.ª Jornada Mundial de la Paz 1 enero 2014 (8 diciembre 2013), 1: AAS 106 (2014), 22; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (13 diciembre 2013), p. 8. 

76 Cf.  Ángelus (29 diciembre 2013): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (3 enero 2014), pp. 2-3; Discurso al Cuerpo diplomático acreditado  ante la Santa Sede (12 enero 2015): AAS 107 (2015), 165; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (16 enero 2015), p. 10. 

77 Mensaje para el Día internacional de las personas con discapacidad (3 diciembre 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (6 diciembre  2019), pp. 5.12. 

78 Discurso en el Encuentro por la libertad religiosa con la comunidad hispana y otros inmigrantes, Filadelfia – Estados Unidos (26 septiembre 2015): AAS 107  (2015), 1050-1051. 

79 Discurso a los jóvenes, Tokio – Japón (25 noviembre 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (29 noviembre 2019), p. 15. 

80 En estas consideraciones me dejo inspirar por el pensamiento de Paul Ricoeur, «Le socius et le prochain», en Histoire et vérité, ed. Le Seuil, París 1967, 113- 127. 

81 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 190: AAS 105 (2013), 1100. 

82 Ibíd., 209: AAS 105 (2013), 1107.  

83 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 129: AAS 107 (2015), 899. 

84 Mensaje para el evento “Economy of Francesco” (1 mayo 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (17 mayo 2019), p. 5.  

85 Discurso al Parlamento europeo, Estrasburgo (25 noviembre 2014): AAS 106 (2014), 997; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (28 noviembre  2014), p. 3. 

86 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 229: AAS 107 (2015), 937. 

87 Mensaje para la 49.ª Jornada Mundial de la Paz 1 enero 2016 (8 diciembre 2015), 6: AAS 108 (2016), 57-58; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua  española (18-25 diciembre 2015), p. 10. 

88 La solidez está en la raíz etimológica de la palabra solidaridad. La solidaridad, en el significado ético-político que esta ha asumido en los últimos dos siglos, da  lugar a una construcción social segura y firme. 

89 Homilía durante la Santa Misa, La Habana – Cuba (20 septiembre 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (25 septiembre 2015), p. 3.  

90 Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos populares (28 octubre 2014): AAS 106 (2014), 851-852. 

91 Cf. S. BASILIO, Homilia 21. Quod rebus mundanis adhaerendum non sit, 3, 5: PG 31, 545-549; Regulae brevius tractatae, 92: PG 31, 1145-1148; S. PEDRO  CRISÓLOGO, Sermo 123: PL 52, 536-540; S. AMBROSIO, De Nabuthe, 27.52: PL 14, 738s; S. AGUSTÍN, In Iohannis Evangelium 6, 25: PL 35, 1436s. 

92 De Lazaro Concio 2, 6: PG 48, 992D. 

93 Regula pastoralis 3, 21: PL 77, 87. 

94 Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 31: AAS 83 (1991), 831. 

95 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 93: AAS 107 (2015), 884. 

96 S. JUAN PABLO II, Carta enc. Laborem exercens (14 septiembre 1981), 19: AAS 73 (1981), 626. 

97 Cf. CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 172. 

98 Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 22: AAS 59 (1967), 268. 

99 S. JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 33: AAS 80 (1988), 557. 

100 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 95: AAS 107 (2015), 885. 

101 Ibíd., 129: AAS 107 (2015), 899. 

102 Cf. S. PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 15: AAS 59 (1967), 265; BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009),  16: AAS 101 (2009), 652.  

103 Cf. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 93: AAS 107 (2015), 884-885; Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 189-190: AAS 105 (2013), 1099- 1100. 

104 CONFERENCIA DE OBISPOS CATÓLICOS DE ESTADOS UNIDOS, Abramos nuestros corazones: El incesante llamado al amor. Carta pastoral contra el racismo  (noviembre 2018). 

105 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 51: AAS 107 (2015), 867. 

106 Cf. BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 6: AAS 101 (2009), 644. 

107 S. JUAN PABLO II, Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 35: AAS 83 (1991), 838. 

108 Discurso sobre las armas nucleares, Nagasaki – Japón (24 noviembre 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (29 noviembre 2019), p.  11. 

109 Cf. OBISPOS CATÓLICOS DE MÉXICO Y LOS ESTADOS UNIDOS, Carta pastoral Juntos en el camino de la esperanza ya no somos extranjeros (enero 2003). 110 Audiencia general (3 abril 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (5 abril 2019), p. 20.  

111 Cf. Mensaje para la 104.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (14 enero 2018): AAS 109 (2017), 918-923; L’Osservatore Romano, ed. semanal en  lengua española (19 enero 2018), p. 2. 

112 Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi (4 febrero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (8 febrero 2019), p. 10. 

113 Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (11 enero 2016): AAS 108 (2016), 124; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (15 enero 2016), p. 8. 

114 Ibíd., 122; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (15 enero 2016), p. 8. 

115 Exhort. ap. postsin. Christus vivit (25 marzo 2019), 93. 

116 Ibíd., 94. 

117 Discurso a las autoridades, Sarajevo – Bosnia-Herzegovina (6 junio 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (12 junio 2015), p. 5.  

118 Latinoamérica. Conversaciones con Hernán Reyes Alcaide, ed. Planeta, Buenos Aires 2017, 105. 

119 Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi (4 febrero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua  española (8 febrero 2019), p. 10. 

120 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 67: AAS 101 (2009), 700. 

121 Ibíd., 60: AAS 101 (2009), 695. 

122 Ibíd., 67: AAS 101 (2009), 700. 

123 CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 447. 

124 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 234: AAS 105 (2013), 1115. 

125 Ibíd., 235: AAS 105 (2013), 1115. 

126 Ibíd

127 S. JUAN PABLO II, Discurso a los representantes del mundo de la cultura argentina, Buenos Aires – Argentina (12 abril 1987), 4: L’Osservatore Romano, ed.  semanal en lengua española (10 mayo 1987), p. 20.  

128 Cf. ÍD., Discurso a los cardenales (21 diciembre 1984), 4: AAS 76 (1984), 506; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (30 diciembre 1984), p.  3. 

129 Exhort. ap. postsin. Querida Amazonia (2 febrero 2020), 37. 

130 GEORG SIMMEL, «Puente y puerta», en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura, ed. Península, Barcelona 2001, 34. Obra original: Brücke und Tür. Essays des Philosophen zur Geschichte, Religion, Kunst und Gesellschaft, ed. Michael Landmann, Köhler-Verlag, Stuttgart 1957, 6. 131 Cf. JAIME HOYOS-VÁSQUEZ, S.J., «Lógica de las relaciones sociales. Reflexión onto-lógica», en Revista Universitas Philosophica, 15-16, Bogotá (diciembre 1990 – junio 1991), 95-106. 

132 ANTONIO SPADARO, S.J., Las huellas de un pastor. Una conversación con el Papa Francisco, en: JORGE MARIO BERGOGLIO – PAPA FRANCISCO, En tus ojos está  mi palabra. Homilías y discursos de Buenos Aires (1999-2013), Publicaciones Claretianas, Madrid 2017, 24-25; cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre  2013), 220-221: AAS 105 (2013), 1110-1111.  

133 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 204: AAS 105 (2013), 1106. 

134 Cf. Ibíd.: AAS 105 (2013), 1105-1106. 

135 Ibíd., 202: AAS 105 (2013), 1105. 

136 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 128: AAS 107 (2015), 898. 

137 Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (12 enero 2015): AAS 107 (2015), 165; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (16 enero 2015), p. 10; cf. Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos populares (28 octubre 2014): AAS 106 (2014), 851-859. 138 Algo semejante puede decirse de la categoría bíblica de “Reino de Dios”. 

139 PAUL RICOEUR, Histoire et vérité, ed. Le Seuil, París 1967, 122. 

140 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 129: AAS 107 (2015), 899. 

141 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 35: AAS 101 (2009), 670. 

142 Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos populares (28 octubre 2014): AAS 106 (2014), 858. 

143 Ibíd. 

144 Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos populares (5 noviembre 2016): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (11 noviembre 2016), p. 6. 

145 Ibíd., p. 8. 

146 Ibíd. 

147 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 189: AAS 107 (2015), 922. 

148 Discurso a la Organización de las Naciones Unidas, Nueva York (25 septiembre 2015): AAS 107 (2015), 1037. 

149 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 175: AAS 107 (2015), 916-917. 

150 Cf. BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 67: AAS 101 (2009), 700-701. 

151 Ibíd.: AAS 101 (2009), 700. 

152 CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 434. 

153 Discurso a la Organización de las Naciones Unidas, Nueva York (25 septiembre 2015): AAS 107 (2015), 1037.1041. 

154 CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 437. 

155 S.JUAN PABLO II, Mensaje para la 37.ª Jornada Mundial de la Paz 1 enero 2004, 5: AAS 96 (2004), 117; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española  (19 diciembre 2003), p. 5. 

156 CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 439. 

157 Cf. COMISIÓN SOCIAL DE LOS OBISPOS DE FRANCIA, Declaración Réhabiliter la politique (17 febrero 1999). 

158 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 189: AAS 107 (2015), 922. 

159 Ibíd., 196: AAS 107 (2015), 925. 

160 Ibíd., 197: AAS 107 (2015), 925. 

161 Ibíd., 181: AAS 107 (2015), 919. 

162 Ibíd., 178: AAS 107 (2015), 918. 

163 CONFERENCIA EPISCOPAL PORTUGUESA, Carta pastoral Responsabilidade solidária pelo bem comum (15 septiembre 2003), 20; cf. Carta enc. Laudato si’, 159:  AAS 107 (2015), 911. 

164 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 191: AAS 107 (2015), 923. 

165 PÍO XI, Discurso a la Federación Universitaria Católica Italiana (18 diciembre 1927): L’Osservatore Romano (23 diciembre 1927), 3. 

166 Cf. ÍD., Carta enc. Quadragesimo anno (15 mayo 1931), 88: AAS 23 (1931), 206-207. 

167 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 205: AAS 105 (2013), 1106. 

168 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 2: AAS 101 (2009), 642. 

169 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 231: AAS 107 (2015), 937. 

170 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 2: AAS 101 (2009), 642. 

171 CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 207. 

172 S. JUAN PABLO II, Carta enc. Redemptor hominis (4 marzo 1979), 15: AAS 71 (1979), 288. 

173 Cf. S. PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 44: AAS 59 (1967), 279. 

174 CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 207. 

175 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 2: AAS 101 (2009), 642. 

176 Ibíd., 3: AAS 101 (2009), 643. 

177 Ibíd., 4: AAS 101 (2009), 643. 

178 Ibíd. 

179 Ibíd., 3: AAS 101 (2009), 643. 

180 Ibíd.: AAS 101 (2009), 642. 

181 La doctrina moral católica, siguiendo la enseñanza de santo Tomás de Aquino, distingue entre el acto “elícito” y el acto “imperado” (cf. Summa Theologiae, I II, q. 8-17; MARCELLINO ZALBA, S.J., Theologiae moralis summa. Theologia moralis fundamentalis. Tractatus de virtutibus theologicis, ed. BAC, Madrid 1952, vol. 1, 69; ANTONIO ROYO MARÍN, O.P., Teología de la perfección cristiana, ed. BAC, Madrid 1962, 192-196). 

182 CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 208. 

183 Cf. S.JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 42: AAS 80 (1988), 572-574; ÍD., Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 11:  AAS 83 (1991), 806-807. 

184 Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos populares (28 octubre 2014): AAS 106 (2014), 852. 

185 Discurso al Parlamento europeo, Estrasburgo (25 noviembre 2014): AAS 106 (2014), 999; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (28 noviembre  2014), p. 4. 

186 Discurso a la clase dirigente y al Cuerpo diplomático, Bangui – República Centroafricana (29 noviembre 2015): AAS 107 (2015), 1320; L’Osservatore Romano,  ed. semanal en lengua española (4 diciembre 2015), p. 15. 

187 Discurso a la Organización de las Naciones Unidas, Nueva York (25 septiembre 2015): AAS 107 (2015), 1039. 

188 Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos populares (28 octubre 2014): AAS 106 (2014), 853. 

189 Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi (4 febrero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua  española (8 febrero 2019), p. 7. 

190 RENÉ VOILLAUME, Hermano de todos, ed. Narcea, Madrid 1978, 15-17. 

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