En 1780 Buenos Aires formaba parte del Virreinato del Perú. En esta carta Mama Antula comenta que el Obispo de Cuzco -Juan Manuel Moscoso- la ha autorizado a abrir oratorios en casas en la provincia de Córdoba del Tucumán. En esta época recién se inicia su tarea evangelizadora en Buenos Aires, para la que solicita colaboraciones y donde dice haber dado 4 tandas de Ejercicios Espirituales, mientras que en Tucumán ya ha ofrecido 60 retiros a la fecha de esta carta

Buenos Aires, 7 de agosto de 1780.
La gracia del Espíritu Santo ilumine su alma eternamente, mi carísimo Don Gaspar en Jesucristo. He quedado muy reconocida a los singulares favores y privilegios que Vuestra Merced me ha alcanzado de Su Santidad y en las gracias que me confieren, trascendentales a toda mi descendencia, y en las que se me franquean concediéndome altar portátil para la protección de mis peregrinaciones. El Señor se sirva remunerarle en la vida futura estos beneficios; cuya posesión excitara cada día la frecuencia de mis recomendaciones al Altísimo, porque le de feliz despacho a todas las pretensiones que le convengan. A más de esto, procuraré interesar en el mismo logro de sus deseos a muchos y a todos, si fuese posible, de los que participan de tan utilísima concesión, y cuando tanta abundancia de deprecaciones no se obtenga, la Divina Providencia suplirá nuestros defectos en su obsequio, por habernos proveído por sus propios esfuerzos de tantos tesoros que redundarán en honra y gloria de Su Divina Majestad.
La vehemencia irresistible de este principio y el anhelo de heredar el espíritu de quien estableció (entre otros prodigios de la gracia) los Ejercicios Espirituales, con el proyecto de reformar las costumbres de todo el mundo y cristiandad principalmente, me han constituido en la profesión de esta parte de su Instituto.
Toda la provincia de Tucumán sus ciudades y jurisdicciones quedan exhortadas, habituadas y dispuestas a continuación, después de haberlos recibido en distintas ocasiones mediante a que Su Divina Majestad se sirvió adornar a sus vecinos de una docilidad y amor para recibirlos, por mis reconvenciones (es verdad) menos que por su celestial inspiración. Tan piadosamente dispuestos encontré los corazones de sus moradores, que sin extrañarlos (como que se hallaban insinuados y nutridos de ellos tan de antemano), ni repugnarlos, obedecieron la voz de su pobrecilla sierva, resolviendo tomarlos en mi presencia y reiterarlos en mi ausencia.
Hoy me hallo en esta ciudad fomentando la propagación de la misma empresa, y aunque hace once meses a que estoy demorada por defecto de licencias del Ilmo. actual (cuando más he merecido promesas sin efecto), con todo mi fe no varía y se sostiene en quien la da. Se me proponen varios impedimentos: el mundo está un poco alterado; los superiores no muy flexibles; los vecinos vacilando sobre mi misión; otros la reputan de fatua; en suma, cooperaron a ello rumores frívolos; empero, la providencia del Señor hará llanos los caminos, que a primera vista parecen insuperables. Todo lo puedo en el que me conforta. En esta atención espero firmemente recoger en breve la abundante mies que ofrece el país. Y si Su Divina Majestad rodea las cosas de tal conformidad, que sea indispensable diseminarlos en todas las provincias del Virreinato y de todo el Orbe, será preciso suministrarlos y anunciarlos en todos sus climas.
Meditando cuánto merece ser amada la Bondad infinita de mi Dios, juzgo muy corto recinto la estrechez de este mundo y de millares que hubiera, para ofrecerlos con los posibles, todos cubiertos de inocencia y penitencia a su honor y gloria. Ya que no lo puedo servir con obras de esta naturaleza, lo deseo.
Y así concluida mi carrera en América, pienso trasladarme a esos Reinos de Europa. Semejante determinación quizá la verifique dentro de poco tiempo. No obstante, pídale Vuestra Merced el dictamen correspondiente a mi confesor, que quiero experimentarlo. ¡Oh, mi Dios, y quien os viera ya amado de todas sus criaturas tanto cuanto sois de amable, o a lo menos fuese nuestra caridad igual al grado de maldad con que se envuelven nuestras ofensas para contigo!
Vuestras Mercedes que han sido alimentados con el suave néctar de la tierra madre, la Compañía de Jesús, establecida sobre su honra y gloria, con que santificó a su fundador Ignacio, deben atender con sus ruegos y lágrimas incesantes la propia empresa, hasta que la veamos extendida con los mayores y más rápidos progresos. Así lo pido y espero conseguir.
Algunos han reputado, según he dicho, mis pretensiones por locas o por ridículas. No me embaraza este desorden, porque el mundo, siempre fatuo y siempre adverso al Evangelio, debe explicarse con oposición a todo lo que le es contrario. Todas sus objeciones se desvanecen sucesivamente y no sirven de otra cosa que de añadir trofeos y realces a mi misión. Bien me intima Jesucristo: Los perseguirá el mundo, pero alentaos; yo he vencido al mundo. A veces me parecen tan necesarias sus contradicciones, que sin ellas quizás desconfiaría de la conveniencia de mis obras; y no puedo menos que conocer que son la señal característica de las proezas que toman fuerza y origen del mismo Jesucristo; he Vuestra Merced aquí el fundamento por que siempre aguardo la resurrección de su orden. Algunas reliquias yacen sumergidas y esparcidas por el Orbe, y no será mucho que, agradando a Dios, su reunión forme de los últimos residuos el mismo cuerpo, la misma religión.
Otro asunto he meditado concerniente a su profesión y es que se administre a este pueblo un asalto o misión de aquellas que acostumbraban, y me parece que también lo conseguiré. Su Excelencia (el Virrey) y el Obispo se hallan requeridos para su ejecución. El cielo bendecirá sus permisiones. Si el éxito no corresponde a mis deseos, atribúyalo a mis pecados y rueguen a Dios los oculte del rostro de su Padre.
La víspera de la Asunción le mandé decir a mi San Estanislao una misa cantada en su iglesia y propio altar, en su honor y reconocimiento de haber docilizado los ánimos y dándome proporción de seguir en breve con mis designios. Le vistieron de peregrino y estaba para ojeado.
Volviendo al asunto primario, digo que Vuestras Mercedes, como prácticos, me consigan cuantas gracias, cuantas preeminencias y privilegios me son conducentes a hacer más cómoda, interesada y atractiva mi misión, mediante las distancias dilatadas, caminos fragosos, países desiertos, pueblos desproveídos y otros mil inconvenientes que hay que experimentar. Con eso la abundancia de concesiones suavizará y hará amables todos sus obstáculos. A esto agregaré algunos arbitrios que me dicte la Divina Providencia, a quien únicamente debo todo lo que se invierte en las citadas obras piadosas. A más de lo cual, yo quiero operar con mayor libertad y darle otra reputación a mi empresa, para atraer almas a Dios hasta de los sentidos, y así Vuestras Mercedes discurran si es preciso en este intento, que yo les remita certificaciones y letras auténticas de la prosperidad que Dios me ha conferido en sus Ejercicios.
Del Sr. Moscoso, actual Obispo de Cuzco, tengo una patente, en que, a más de concederme amplia facultad de distribuirlos en toda la Provincia de Tucumán indistintamente a pueblos, personas, lugares y tiempos, me permite abrir oratorios en casas particulares. Los demás canónigos y superiores de todas aquellas comarcas me ofrecen espontáneamente la misma exhibición, que, como hasta aquí me ha sido inútil, no me he querido aprovechar de ella, la cual en lo sucesivo puede graduarse por un prudente auxilio para lo que se ejecute. Hay tiempo de adquirir dichos documentos que remitiré con oportunidad.
El principio de la honra y gloria de Dios no me permiten separarme de los medios que la fomentan; por esto suplico a Vuestras Mercedes encarecidamente cooperen conmigo a su dilatación; yo que he corrido los países referidos y que tengo noticias de todo este Reino, informo a Vuestras Mercedes de la notable falta de pasto espiritual que echamos menos y lloramos por estas partes, y principalmente en cuanto a misiones y Ejercicios. Cuando yo a mis solas, dentro del silencio de mí misma, reflexiono (considero) este punto, soy oprimida de aflicción, me lamento y suspiro incesantemente por el remedio que exigen tales necesidades, y no encuentro otro arbitrio de ser dichosa, sino el agitar aquel del cual dimana la precaución contra estos males.
La administración de bienes espirituales que Dios prepara por mis manos, sin embargo de la indignidad con que admito semejantes beneficios y de la divina misericordia con que para ellos se distingue, me hacen inferir que Su Divina Majestad tal vez me conceda terminar mi carrera en la práctica de algún proyecto que produzca utilidades permanentes; cuyo establecimiento es indispensable robe las atenciones de Vuestras Mercedes, aunque las hayan anticipado penetrando mis designios. Los que actualmente forman toda mi ocupación pueden servir de previas disposiciones para aquellos; por lo que espero que Vuestras Mercedes hagan de éstos el uso más conveniente en elevar sus ideas hasta donde Su Divina Majestad fuese servido.
A mi confesor muchas expresiones de caridad, y así a él, como a Vuestras Mercedes, ruego no se olviden de mí, cual yo siempre le pido a Dios me los haga unos santos y guarde su vida muchos años.
Buenos Aires, 7 de agosto de 1780. B.L.M. de Vm. su aficionada y humilde sierva María Antonia de S. José.
P. D. La Casa de Ejercicios de esta ciudad, sin embargo de las órdenes de Su Majestad, se halla ocupada con ciertos huérfanos, lo que da motivo para denominarla hoy Casa de la Cuna. Nada de esto me impedirá franquear mis Ejercicios, porque habiendo oratorio en una casa capaz se remedia todo. No obstante, quisiera ver las cosas en su lugar. Sin salir de este régimen, he dado en la provincia del Tucumán 60 Ejercicios; aquí 4, y Dios quiera que pasen al número primero; yo quisiera darlos en todo el mundo; por lo que deseo una licencia para que nadie me ciña, sujete, ni detenga a lugar determinado.
FICHA TÉCNICA:
- Fecha: 1780-08-07
- Desde: Buenos Aires
- de Mama Antula
- al Padre Juárez
- Idioma: Español
Cf. Blanco III: ASR 1-5 (en castellano); G 17; B 25-28. Otras versiones: Blanco V: ASR 7-11 (en italiano); G 17 / Más breves: Blanco IV: ASR 66- 69 (Lettera 2a al medesimo soggetto); G 16; P 187 (en francés); Blanco VI: P 187-190 (en francés): C. P., 376-379. Cf. también variantes: Blanco IX (fechada el 16/10/1780): ACSBA (original); G 18; Blanco XI: ACSBA (original); G 32. Pax Christi