Mama Antula trajo a Sudamérica la devoción a San Cayetano, el santo de la Divina Providencia, y les hizo tallar a los indios una imagen del Santo en madera policromada. Esa primera imagen primero la instaló en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, y luego fue trasladada al predio originario del Santuario de San Cayetano de Liniers.
Según la tradición, grandes milagros de Mama Antula -como la multiplicación de los panes durante los Ejercicios Espirituales mutlitudinarios que organizaba en la época de la Colonia- fueron realizados por intercesión de San Cayetano. Ella lo cuenta:
«Durante el transcurso de una tarde de ejercicios, la encargada de la cocina vino a verme desesperada, pues la comida no alcanzaba para tantas personas, pero yo tranquilamente le dije: “Dios proveerá” y tomé el cucharón para servirles con mis propias manos. Alcanzó para todas y aún sobró para dar a los pobres que pedían su ración».
(aquí los datos bibliográficos de la cita)

Fue durante la crisis económica de 1930 que la Asociación de Obreros Católicos de la Argentina le sumó la espiga de trigo a la imagen de San Cayetano, que comenzó a ser venerado como el santo de la Paz, el Pan y el Trabajo.
